Era esa época de la vida en la que se casa algún amigo cada 6 meses y las fiestas a los homenajeados se suceden como si no fueran a tener un mañana aceptable nunca más.
En una de ésas estábamos una amiga y yo, con muchas otras a las que no conocíamos demasiado. Un sarao organizado para sorprender a la novia, en el que se gastan bromas pesadas que se pretenden muy divertidas, además de algunos clásicos como vestir de un color determinado o ponerse unas horrorosas pelucas plateadas.
La noche discurrió de "sorpresa en sorpresa" hasta que nuestra capacidad de aguante se colmó y decidimos largarnos, pelucas en mano, a una terraza próxima.
Mientras esperábamos que cambiara el semáforo, cabreadas por el desperdicio de noche, renegando de la estupidez humana y lamentando no habernos ido mucho antes, un descapotable con un post-adolescente al volante se detuvo a nuestra altura y gritó: "¡Esas putas de los pompones, qué buenas están!".
Mi amiga se giró y le respondió muy seria:
-"¡No son pompones, son pelucas!"
Y aunque la respuesta era coherente con el tono surrealista de la noche, no lo era con el carácter de mi amiga, así que le pregunté:
-"Veo que lo de putas no te afecta, pero te importa que no se vaya a casa con la confusión ¿no?"
A tenor de la ristra de insultos que le dedicó acto seguido, confirmé que no había oído el inicio de la frase de aquel bestia.
Pues eso, tras leer los detalles, entiendo que Tomás Gómez no abandona su escaño de senador porque le parezca inadmisible que PP, PSOE, CiU, PNV y hasta IU hayan pactado la lista de los 20 vocales, contribuyendo con ello a afianzar la sensación generalizada de politización de la justicia, sino que uno de los nombres aceptado por su partido, a él, le parece inaceptable.
Que nadie se confunda: no son pompones sino pelucas.
¡Lástima!, con lo poco que se dimite por coherencia, se equivocan los motivos...
Nota: Siendo justos, parece que esta forma de pensamiento no es exclusiva del Sr Gómez, sino que podría perfectamente aplicarse al actual Ministro de Justicia, el Sr Ruiz-Gallardón. Tal como explica F Garea en el artículo de El País que enlazo más arriba, en el año 2012, lo que pensaba del sistema aplicado desde la reforma de la LOPJ en1985 era lo siguiente:
“No es eso lo que quiso el legislador constituyente. No es eso lo que nos manda nuestra Constitución, y es un error que estamos obligados a corregir y tenemos que empezar, lo digo con rotundidad y desde el principio para acabar con esa politización y con esa percepción de politización que tienen los españoles, con la modificación del sistema de elección de los vocales. Tenemos que ir al espíritu de la Constitución”.
Así que el "error" es en realidad una “fortaleza institucional formidable” y por ello hemos de congratularnos, y son tantos ya, que empiezo a pensar si no fui yo la que equivocó la cuestión a valorar.
Que nadie se confunda: no son errores, son fortalezas institucionales.
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