Iba a escribir sobre libros de texto.
Otra vez el día de la marmota, lo sé. Pero es
que Ciudadanos, a través de Luis Garicano, ha explicado su proyecto para la
Educación en España, y se me ha llenado Twitter de menciones. Propone que los
libros de texto sean “gratis”, los coles los presten a los niños y éstos los
devuelvan al acabar el curso, pagándolos solo en caso de estropearlos de forma
deliberada o similar. También propone reducir las repeticiones, por ser un
sistema fallido que además, resulta carísimo.
Y se lió el debate.
No sé si es característica nuestra, no sé si
es el sesgo de Twitter o de las personas a las que sigo, pero hay que ser muy
perseverante para debatir con posturas e ideas preconcebidas tan arraigadas que
se han convertido en dogmas de fe. Pero hay que hacerlo porque siempre merece
la pena.
Iré por partes.
Repeticiones.
Como dicen los expertos, repetir no es un
sistema deseable si el objetivo es reducir el abandono temprano y mejorar la
formación básica.
Sería soberbio por mi parte entrar a discutir
en esos términos y no lo voy a intentar siquiera. Yo os voy a dar la visión de
alguien interesado en el tema que antes, mucho tiempo ha, creía en la
disciplina y las consecuencias como regla de oro. Pero ya no. Al menos no, como
regla infalible, general y estricta.
Entre una postura y otra han pasado años, la disposición adicional quinta de la LOMCE y sobre todo, la maternidad
propia y ajena.
Repetir un curso en primaria es casi
anecdótico, al menos hasta 5º o 6º. Los problemas empiezan en la ESO y no solo
los escolares, empiezan todos los problemas. Porque repetir es un “castigo”
demasiado a largo plazo cuando tienes 13-14 años, como para que sea efectivo.
Cuando un chaval lo hace tan mal durante el
curso, como para llegar a ese extremo, no suele ser por incapacidad, sino por
otro tipo de motivos. Solucionarlo, separándole de sus compañeros - en un
momento en que la pertenencia al grupo lo es TODO - obligándole a trabajar de nuevo materias que
cree que ya conoce, enfrentarle a lo mismo que ha odiado o que considera que es
incapaz de aprender, - porque tal o cual
materia “se le da fatal” - haciendo
exactamente lo mismo que hizo mal el año anterior, no parece un método muy
eficiente.
Foto: hdimagelib.com |
Padres que pasan del enfado y el castigo, a la
negociación y la casi súplica, cuando ven horrorizados que su hijo, que era un
chaval listo y “bueno”, está a punto de dejar de estudiar, con la soberbia
propia de la adolescencia.
Si repetir fuera una buena solución, en España
no tendríamos un problema de abandono escolar temprano como el que tenemos.
No sé cual es la receta, no sé si hay una
única receta, pero estoy segura que esperar a solucionar el problema en el peor
momento para hacerlo, es como esperar a beber cuando tienes mucha sed, en una
carrera de larga distancia.
Nuestros hijos no son nosotros. Su mundo no es
el que fue el nuestro. Su educación no puede ser la que nosotros recibimos y
“nos fue de maravilla”. Ellos han cambiado mucho más rápido que
nosotros y que los métodos y sistemas aplicados. Y aún más lentas que todo eso,
son las políticas educativas en España. No confiamos en los expertos, no respetamos la
profesión lo suficiente como para preparar a los mejores y dejarles hacer. La
política entra a saco y todos queremos ver objetivos y resultados
estandarizados.
Tenemos serios problemas para experimentar,
medir resultados y rectificar. Los padres somos cobardes en general y creemos
que hay un momento para empezar a pensar, cuando en realidad sabemos que la
educación comienza con el primer hálito de vida.
Protegemos de lo inocuo, no dejamos que asuman
pequeños riesgos, penalizamos el error, tratamos de asegurar unos mínimos.
Enseñamos que guardar los talentos es una cosa prudente y sensata.
Foto: Flickr Creative Commons License |
El día que un adolescente te dice muy serio:
“he aprendido que para encajar, no hay que destacar” es un día muy triste. Tal vez fue suficiente, en algún momento, ver
cuánto podía dar de sí un joven. Creo que es mucho mejor, no intuir siquiera,
hasta donde podría llegar.
Cuando leí el libro de Harari, entendí por
primera vez, que la riqueza de la humanidad no era un pastel concreto a
repartir, sino uno que crece, en el momento en que se termina el sistema de
trueque y comienza el de la confianza en la obtención de frutos futuros. A
veces pienso que en este tema seguimos en la economía del trueque, pretendiendo
solucionar problemas diferentes, aplicando estrictamente las mismas reglas.
Aprender a aprender, me enseñaron unos cuantos
maestros en San Sebastián. Aprender a seleccionar y combinar la información
disponible, que cada vez es mayor, y construir nuevas cosas a partir de ella.
Ser capaces de unir puntos aparentemente inconexos y plantear problemas diferentes.
Nuestros hijos tendrán que pasar toda su vida
aprendiendo. Los cambios en su vida serán muchísimo más rápidos que los que
vivimos nosotros. Nadie podrá permitirse el lujo de dejar de aprender
constantemente. Y no sé si es eso lo que estamos “enseñando”.
Tal vez mi hija se olvide a los 5 minutos de
los ríos de su Comunidad, pero me mostró un estudio tan sofisticado sobre los
éxitos y trayectoria de las estrellas de YouTube que me dejó boquiabierta.
No sé si recordará la fórmula de la ecuación
de segundo grado, pero es capaz de encontrar y utilizar la aplicación gratuita
que necesita para hacer una reseña sobre su novela favorita para la clase de
lengua, con U2 sonando de fondo -mamá no me digas que los conoces (¡)- y lograr que todos sus compañeros deseen leer
el libro. Un fin de semana trasteando con imágenes,
vídeos, canciones y textos adolescentes en inglés. Y al final todos
preguntando: “¿cómo has hecho eso? Eso no lo hace la aplicación que manejamos
en el cole.”
¿Ha demostrado saber lo que le habían exigido
o ha ido un paso más allá?
Ha descubierto, y yo con ella, que los caminos
propuestos no son únicos y que a veces ni siquiera son los mejores.
Hay muchos expertos, muchos profesores y
estudiosos que saben cómo hacer las cosas, hay recursos y los niños españoles
nos son más tontos que los de otros países. ¿Entonces?
Creo que deberíamos tomarnos tan en serio la
educación de las próximas generaciones, como para tener la humildad de
atrevernos a cambiar, dejar de crear leyes educativas como quien inaugura
pantanos y comprender que la educación básica es una base que se desarrolla a
lo largo de muchos años permitiendo que los profesores desarrollen esa tarea
adecuándose a los tiempos: experimentar, evaluar y cambiar el rumbo cuando sea
preciso.
No, no sé cómo hacerlo, tan solo intuyo que lo
que fue suficiente para mi, no lo será para mis hijas.