Llevo toda la semana dándole vueltas a esta entrada: los famosos "gin tonics" del Congreso.
No voy a entrar en la venta de alcohol de alta graduación a precios de risa en un lugar de trabajo, es un asunto tan obvio que sonroja, lo que no entendía (y pregunté) es:
¿por qué hay que pagar a una empresa 1.050.000€ al año para ofrecerle una concesión en exclusiva?
La única explicación que se me ocurre es que tengan que compensarle por las pérdidas que suponen que va a tener. Y aunque puede que me equivoque, creo que con estos precios, ni clientela asegurada ni gaitas. Palmas pasta fijo.
Se me ocurren tres posibilidades:
1.-Dejen que la empresa fije libremente los precios y elijan a quien ofrezca mejor relación calidad-precio.
2.-Marquen unos precios apañaditos y arriésguense a quedarse sin cafetería porque a nadie le interese el negocio.
3.-Asígnense cheques-restaurante e inclúyanlos como parte de su salario, con la correspondiente tributación.
En lugar de eso, fijan ustedes los precios y se compensa a la empresa. Bueno no "se compensa" (que el dinero público tiene nombres, apellidos y NIF) lo compensamos, graciosamente, porque somos así de majos, los contribuyentes.
Pues lo he pensado y no me parece que sus señorías reúnan ningún requisito que justifique el derecho a precios, permítaseme la licencia, "baremados" a costa de los impuestos de todos.
No me valen comparaciones con universidades, ni colegios. No. No, cuando los señores diputados reciben ( y estoy siendo extremadamente prudente) como mínimo 3700 € al mes, de los cuales 870 € están libres de impuestos. A esa base, añadiremos: dietas, transportes y complementos (formar parte de comisión, secretarios, portavoces etc) además de una larga lista de beneficios añadidos.
Si tienen que pagar el café con bollos a 2,50 € en lugar de a 1,05 € para que la empresa de restauración tenga interés en implantarse en el Congreso, páguenlo, y si les parece mucho se vienen desayunados de casa o se llevan el termo, pero no me sean cutres señorías. Ni cutres, ni tontos.
Tal vez no entendamos un ápice del trabajo que realizan. Tal vez les juzguemos injustamente desde la ignorancia y la desconfianza, pero en el regate corto no pueden ganarnos. Nosotros sabemos que sus precios y los nuestros, no son los mismos. También sabemos que sus sueldos y los nuestros tampoco lo son.
En esta sencilla ecuación de ingresos y gastos lo tienen todo perdido. Es el terreno del ciudadano corriente, del bar y la tertulia.
Ya les salieron muy caros los ipad, pero parecerá poco frente a la factura que la opinión pública les va a pasar por el café con leche del desayuno.
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