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Citado en el libro "De qué hablo cuando hablo de correr" H. Murakami

martes, 13 de octubre de 2015

Señas de Identidad


Autor invitado: Enrique Utrilla


Tras la resaca del 12 de Octubre, me gustaría hablar sobre las señas de identidad. No voy a hablar de los actos del Día de la Hispanidad. No porque me parezca mal personalmente, sino porque ya se ha dicho y escrito más que suficiente y es un tema que puede resultar demasiado polarizante, y no quiero distraernos con respecto a otro caso que me toca más de cerca.

Resulta que el que escribe esto es natural de Zaragoza. Hace ya casi 15 años que por motivos laborales no resido en la que, a pesar de todo, sigo considerando mi casa, donde vive la mayor parte de mi familia y de mis amigos de toda la vida. Y resulta que el mismo día 12 de Octubre, también se celebra la Virgen del Pilar. El día de mi ciudad.

El acto más representativo es sin duda la Ofrenda de Flores a la Virgen del Pilar, posiblemente una de las mayores señas de identidad de los zaragozanos. Hay cientos de miles de personas que participan directamente, con el sacrificio que para algunos implica pegarse un madrugón considerable, sobre todo para aquellos que acuden desde otros pueblos de todo Aragón. Todavía de noche, y tras largos preparativos, se atavían con los trajes típicos de su comarca o de su localidad (no siempre muy cómodos) y se dirigen a los puntos de reunión fijados por la organización preparados para desfilar durante largas horas esperando su turno para entregar finalmente sus flores a los operarios que las depositarán bajo la imagen de la Virgen.  Durante el trayecto, no faltan pausas para demostraciones de diversos bailes regionales. Otros muchos, tanto zaragozanos como turistas venidos de fuera, participan como público viendo a los oferentes pasar por el Paseo de la Independencia y la Calle de Alfonso I rumbo a la Plaza del Pilar. No es el único acto emblemático. Mientras escribo esto, la mañana del 13 de Octubre, y con permiso de la lluvia, se estará realizando la similar pero menos conocida y multitudinaria Ofrenda de Frutos, y esta noche al caer el sol tendrá lugar el Rosario de Cristal, una bella procesión de pasos realizados con vidrieras e iluminados desde dentro.

Como digo, todos los años hay centenares de miles de asistentes, en una ciudad que no llega a 700.000 habitantes. Otros muchos lo siguen por televisión, o se conforman con ver el resultado de las flores al pie de la Virgen durante los días siguientes. Pero creo que para casi todos los zaragozanos, sea cual sea su grado de implicación, si nos faltara el Día del Pilar nos faltaría “algo”. Este ha sido el primer año que por motivos de salud me ha sido imposible pasar el 12 de Octubre en Zaragoza, y puedo asegurar que lo he echado de menos. Pero con la distancia, viendo las polémicas con otras celebraciones de señas de identidad, no he podido más que sentirme más orgulloso que nunca de las fiestas de mi ciudad.

Y esto es así porque no hay nada que se asocie más con Zaragoza que el Pilar. Pero eso no es causa de polémica alguna. Es una fiesta popular, inclusiva, en la que predominan las tradiciones aragonesas pero no son sólo permitidas, sino bienvenidas, esperadas, apreciadas y muy queridas las delegaciones de casas regionales de otras comunidades españolas y de otros países, en particular iberoamericanos, cada cual ataviadas a su manera. Mi prima, nacida y criada en Zaragoza pero de madre soriana y padre cordobés, acudió a la ofrenda no con traje de baturra -como sí lo hizo su hermana-, sino que eligió hacerlo vestida de andaluza, que también forma parte de sus raíces. Y bien guapa que estaba.

Nadie interpreta eso como una dilución de la identidad aragonesa, porque esa identidad no está en ir vestido de una forma u otra, o demostrar que se es mas maño o maña que nadie, sino en el sentido de comunidad, de participar en el mismo acto por el evento en si. No se trata de ir disfrazado de lo que sea, sino de respetuosamente mostrar las tradiciones propias de cada cual. Los oferentes acuden individualmente o por grupos, por pueblos, por asociaciones, pero sin más reivindicaciones que participar con todos los demás, no iguales, sino compartiendo un mismo espíritu. El alcalde y los concejales de la ciudad, tradicionalmente, salen andando brevemente del ayuntamiento situado en la propia Plaza del Pilar, hacen su ofrenda institucional, y se retiran para que continúe la fiesta popular. El origen de la fiesta es evidentemente religioso, pero la devoción a la Virgen del Pilar es un factor importante para algunos e inexistente para otros, y a nadie le importa. El ambiente, a pesar de las incomodidades, las aglomeraciones y las esperas, es festivo y cordial entre todos. Y eso es lo importante de las señas de identidad. Algo que une como comunidad, algo en común con tus vecinos, aunque sea en la distancia, pero que no implica excluir a nadie. El Pilar no es el día de Zaragoza, sino el de Zaragoza y todos los que se quieran sumar como amigos y hermanos.

Sí, soy de Zaragoza. No tengo "ocho apellidos aragoneses" precisamente, pero es donde nací y crecí. Es mi tierra. Aunque lo digo con orgullo, eso no me hace ni mejor ni peor que nadie, sólo me hace de allí, con lo bueno y lo malo. Y me gusta celebrar ese pequeño hecho, que por trivial que pueda ser en realidad para mi es importante, más aún si puedo hacerlo con cualquiera que quiera venir a mi ciudad y unirse alegremente a ello, sea de donde sea. Por fortuna, no es un caso aislado, y me he sentido igual de bien acogido en las fiestas patronales de otros muchos sitios, pero el caso de la Ofrenda, con su exhibición de tradiciones diversas, es quizá un ejemplo paradigmático de esa unión y respeto en la diversidad.

Cualquier otra cosa no es una seña de identidad. Es poner barreras, limites, diferencias. Que cada cual haga lo que quiera. Yo me quedo con mi Ofrenda de Flores.

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