Sub-cabecera

Citado en el libro "De qué hablo cuando hablo de correr" H. Murakami

martes, 9 de junio de 2015

We are Borg... Y no se está tan mal.

Autor invitado: @Demostenes_av

Aunque sólo sea por llevarle un poco la contraria a Elena y fomentar el debate, voy a dar una visión un poco distinta al tema de su último post.

Siguiendo un poco con la analogía de los Borg que planteaba Elena, tengo que daros una mala noticia: Ya estamos parcialmente asimilados, aunque no nos demos cuenta a veces. La buena noticia es que parece que en realidad, tampoco es tan malo, siempre que tengamos un poquito de cuidado.

Elena ya comentaba la diferente perspectiva ante la privacidad que tienen las personas de más edad comparados con los más jóvenes. Sin embargo, las mismas personas que se muestran muy celosas de sus datos personales más triviales, a la vez tienen la mayor parte de todos su información más sensible en registros de diversas administraciones públicas, desde dónde viven a cuánto cobran, con quién están casados o su historial de enfermedades.
Si alguien está en este momento poniendo cara rara y pensando en qué tendrá que ver eso con la privacidad, quizá debería pensar que en Estados Unidos no existe el equivalente federal al Documento Nacional de Identidad porque para algunos sectores de su población, la mera exigencia de estar inscrito obligatoriamente en un registro del gobierno es la marca de un estado totalitario. Tal cual. El que a la mayoría de nosotros ese concepto nos pueda parecer ridículo ya es una seña de hasta que punto estamos asimilados en el sistema. Claro, que nosotros en general no creemos que el gobierno nos espíe.
Aprovecho para mandar desde aquí un saludo a los ordenadores de la NSA que estarán examinando este post.

Pero no es el único caso, claro. Las compañías telefónicas guardan un listado detallado de cuándo y a quién llamamos para cobrar por ellas. Lo mismo puede decirse de las compañías de agua, electricidad, gas... Nuestra compañia de seguros sabe que accidentes tenemos, el banco sabe cuanto dinero tenemos y la compañía de la tarjeta de crédito, en qué lo gastamos.
Son comunes las tarjetas de puntos de distintas empresas (grandes superficies, combustibles, compañías aéreas, ...), en principio utilizadas para fidelizar a clientes, pero que también dan la posibilidad de estudiar sus hábitos de consumo. Claro, pasar la tarjeta de puntos en el supermercado no parece nada del otro mundo, pero al hacerlo está quedando reflejado dónde, cuando y qué compro, tan seguro como que Google utiliza nuestras búsquedas para colarnos después en cualquier página la publicidad que más nos podría interesar.

Elena titulaba su post "Asústate si tras comprar foie-gras recibes anuncios de botas para niños". Eso puede querer decir que alguien ha deducido que cuando compras foie-gras es porque preparas bocadillos para una excursión, y se adelanta a tus necesidades. Inquieta que alguien pueda conocernos así de bien, conociendo incluso cosas que no le hemos dicho a nadie, pero ¿es eso malo? Tras una primera sensación de un cierto pudor, la verdad es que en ese caso la empresa no intenta perjudicarme, sino ayudarme (interesadamente, claro) ofreciéndome algo que puedo necesitar. Si en lugar de una empresa el comentario me lo hiciera un amigo, la reacción sería mucho más positiva. Me viene a la mente ahora el anuncio de una marca de complementos dietéticos, en el que tres amigas sentadas a una mesa deducen que una cuarta se va a casar porque tiene unas barritas sustitutivas para adelgazar, con la consiguiente alegría para todas.

La inquietud proviene probablemente de la falta de confianza en quien sabe tanto de mi, y en si lo va a usar bien o mal. Aunque no consigo imaginar cómo alguien puede usar en mi contra el dato de que mis hijos se van de excursión, sobre todo porque ni siquiera tiene por qué ser verdad. El Big Data puede hacer conjeturas y suposiciones, y a veces acertará pero otras muchas fallará, aunque le daremos más importancia y recordaremos más al primer caso que al segundo. Por ello, es normal pensar que saben de nosotros más de lo que realmente saben, y tener la duda de si pueden saber algo más. El caso es, que esta difusión de datos personales está ya mucho más extendida de lo que muchos de nosotros pensábamos, y la verdad, salvo un cierto sentimiento de alarma, no veo que nos esté afectando demasiado.

La recopilación de datos personales con autorización, incluso en temas enormemente sensibles, es algo habitual, tanto para estudios médicos o científicos como para por ejemplo encuestas. Muchos de los datos privados en posesión de las administraciones públicas que comentaba al principio, son publicados rutinariamente, una vez anonimizados, en forma de estadísticas, por ejemplo por el INE. Estos datos tienen un valor enorme para la sociedad como conjunto, si bien para mantener esa confianza es necesario que no puedan ser utilizados en contra de los individuos que los generaron. No es un escollo insalvable, ni mucho menos. Como cualquier tecnología, debe ser utilizada con responsabilidad. Y hay que recordar que nuestra legislación ya da una cierta protección a nuestros datos personales, con especial cuidado en datos particularmente sensibles como los médicos.

Debe quedar claro, por supuesto, que siempre estoy hablando de la recopilación restringida de datos de forma voluntaria, informada y con un tratamiento posterior adecuado. Si no se reunen esas tres condiciones estamos hablando de cosas muy distintas, y que pueden ser muy graves. Por no mencionar el mal uso que se pueda hacer de todo lo que publiquemos en internet. Quien escribe esto comenta habitualmente sobre temas sociales, políticos y económicos en Twitter bajo pseudónimo, no con ánimo de trolear impunemente, sino por la simple precaución de aislar mi vida personal y mi trabajo de mis opiniones. Probablemente es una precaución innecesaria en una sociedad razonablemente moderna, pero no me cuesta nada. Por otra parte, cada vez que hago una compra por internet y doy los datos de mi tarjeta de crédito, me aseguro antes de que la conexión esté cifrada. No evitará que Visa tenga mi perfil de consumo, pero si que nadie más pueda comprar algo a mi costa.

Si me preocupa la privacidad (y lo hace) la solución no es renunciar a las ventajas de un mundo rico en información, sino gestionarla adecuadamente y de forma responsable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Share This