Sub-cabecera

Citado en el libro "De qué hablo cuando hablo de correr" H. Murakami

jueves, 23 de abril de 2015

Esperando un libro.

Me gusta comprar libros. Me gusta casi tanto, como comprar discos.
Me gusta comprarlos juntos.

Me gusta dejarme llevar por los títulos, por las imágenes. Apunto en un post-it amarillo las referencias que leo o escucho, las sugerencias de un amigo y lo guardo en el bolso, entre pañuelos de papel y caramelos de emergencia.

Me gusta jugar a los 30 segundos. Tiempo que suele ser suficiente para decidir si una canción me va a gustar, o si voy a indagar sobre la discografía completa de un grupo o compositor. Rara vez me equivoco. Llevo haciéndolo desde la EGB.

Y nada me gusta más que hacer ambas cosas juntas y sentarme a tomar café con mis joyas adquiridas.

No me gusta leer en el e-book. No me gusta comprar canciones sueltas.
Aunque también hago ambas cosas.

Me gusta el olor, el tacto y la posesión.

Estos días he hecho dos intentos. El primero, musical. Tras preguntar en varios sitios por un cantante, me resigno a encargarlo "de importación". Hace ya tiempo que nada de lo que pido, por corriente que me parezca, está en stock. Todo ha de ser importado. Con lo poco que abulta un cd, ha de ser importado. Doy los datos en la FNAC de Callao, me pillaba de camino, me dicen que me enviarán un SMS cuando esté listo para recoger. Pregunto si pueden llevármelo a la FNAC de Castellana que me pilla más cerca, me dicen que no. Pregunto si puede llamar para que lo pidan desde la FNAC de Castellana. Me dicen que he de ir a la FNAC de Castellana a hacer el encargo. Me rindo. Iré, cuando quiera que sea que llegue mi disco, a la FNAC de Callao a recogerlo.

Buscaba un libro. Uno, que creo debería estar en cualquier librería que se precie, porque es una maravilla. Os he hablado de él: El prisma del lenguaje.
Quiero regalarlo a alguien que, intuyo, lo disfrutará mucho. Tengo que regalarlo hoy porque celebra su cumpleaños, que sea San Jordi, es solo una preciosa coincidencia.
Recorro el Corte Inglés y la FNAC. No lo tienen, en ninguna de sus tiendas, o eso me dicen. He de encargarlo. Voy a la Casa del Libro. No lo tienen en esa tienda pero en Gran Vía, sí. ¡Eureka!
Pido que me lo reserven, pasaré a recogerlo al día siguiente (hoy). Pregunto si puedo dejarlo pagado y enviar a alguien a recogerlo (el centro me encanta, pero vivo lejos). Me dice que no. Me resigno.
A las dos horas, recibo SMS diciendo que no, que no lo tienen y que en breve me enviarán sugerencias de alternativas.

Pero yo ya les dí muchas alternativas. Tener algún disco o algún libro. Tardar menos de 3 semanas en traer un libro o un disco de hace solo 1 año. Poder encargarlo y pagarlo en una tienda y recogerlo en otra, encargar a un servicio de mesajería que te lo recoja...

Y finalmente, entré en Amazon, y aquí estoy, esperando mi libro. Porque me dijeron que hoy lo tendría. Porque no me quedó otra alternativa.

Con lo que me gusta comprar libros y discos.
Con lo que les gusta vender libros y discos.

Mientras tanto, escucho esto y espero a Amazon.



Addenda: Una hora después de empezar a escribir este post, he dejado de esperar. Feliz día del libro.

jueves, 16 de abril de 2015

La ciencia se hace por amor. Call To Innovation Cara B.


David Roberts. Madrid 13.04.15
2442 puntos. Ya no me cargo leucocitos por error.
He detectado 139 parásitos de malaria y con ello me he puesto primera en la lista de "Top Hunters" del día y la segunda en cómputo semanal.
Si quieres probar, entra en esta página y echa una partida.

Este post no va de malaria, o sí, o también. ¿Os acordáis del Recaptcha? Es esa genialidad que convierte una acción imprescindible, cotidiana y latosa, en una vía para generar conocimiento. Pues jugar a detectar parásitos de malaria en muestras de sangre digitalizadas, hace algo parecido pero mejor, porque combinando las detecciones de parásitos que jugadores no expertos realizan sobre la misma imagen, se llega a un recuento muy preciso. Increíble, pero cierto. Lo han comprobado así:

"Durante un mes, voluntarios anónimos de 95 países diferentes jugaron más de 12.000 partidas que dieron lugar a una base de datos de 270.000 clicks en imágenes con parásitos. El análisis de estos datos reveló que la fusión de los resultados obtenidos por 22 voluntarios sin experiencia previa o 13 voluntarios entrenados durante un minuto permite obtener un recuento de parásitos perfecto, tan preciso como el de un experto microscopista."

Sigue leyendo para hacerte una idea de hasta dónde puede llegar el proyecto, basado en inteligencia colectiva, que ha creado el asturiano Miguel Luengo-Oroz ( @litonidas ).
Miguel es, entre otras muchas cosas, graduado por la Singularity University de la NASA y doctor ingeniero de teleco por la Politécnica de Madrid.

No fue la única maravilla de la que tuve conocimiento el lunes. Escuché una de ésas que a mi, que soy de natural entusiasta, me habrían hecho aplaudir calurosamente si el bloc de notas, el móvil para las fotos y el bolígrafo, me lo hubieran permitido.
El culpable fue el doctor Ignacio Hernández, creador de la plataforma "Savana". Una herramienta de trabajo colaborativo en la que cualquier médico, esté donde esté, puede apoyarse - "democratizar el conocimiento médico" - reutilizando las historias clínicas a modo de base de datos para beneficio de los pacientes de todo el mundo.

Otro guerrero del BIEN es por ejemplo Pablo de Manuel Triantafilotambién ex-alumno de la Singularity, que nos explicó que cada 5 años se duplica el número de personas capaces de destruir el mundo. Gracias a chicos prevenidos y visionarios como él y sus compañeros, que desarrollan modelos para aumentar la resilencia del Planeta podemos estar un poco más tranquilos, o mejor dicho, seguir viviendo en la ignorancia si así lo preferimos.

Escucharles fue un chute de optimismo y esperanza, un broche de platino y diamantes a la charla que David Roberts nos había ofrecido previamente.

La fundación Rafael del Pino colgará en breve el vídeo del evento, así que, dado que he tardado más de la cuenta en terminar este post, os haré un breve relato de lo que me pareció más significativo y revelador.
David Roberts que es un fenómeno en todos los sentidos - echad un ojo a su pequeña bio - vino a hablarnos sobre "Innovación disruptiva e impacto Global... desde España", de ahí que haya comenzado el relato con esos innovadores y el alcance que sus sueños, ideas o divertimentos tienen.

¿Qué persigue la Universidad de la Singularidad?

Juan Martínez-Barea la define como " una mezcla de la NASA y la madre Teresa de Calcuta". Roberts dijo perseguir dos objetivos: formar y alentar nuevos líderes en políticas y ciencias para que entiendan la parte exponencial de la vida y ayudarles a crear instrumentos que puedan cambiar la vida de la gente.
Lo hacen y no puede resultar más emocionante descubrir qué son/somos capaces de hacer.


Roberts planteó cuatro cuestiones básicas a tener en cuenta si queremos ser parte de todo esto:

  • a) ¿Qué es disrupción? (ojo que no está en la RAE como tal).
  • b) Las oportunidades son exponenciales.
  • c) El desafío es llegar (afectar) a millones de personas.
  • d) Tener claro porqué queremos hacerlo.

a) Disrupción.
Una innovación disruptiva es pasar de recorrer medio mundo sin saber a dónde vas, sin que te financien porque te has equivocado al leer las cartas de navegación en varios miles de millas y no hay barco que lo soporte, y los de la pasta lo saben,  ("empresarios del mundo: ¡no tenéis que tener razón!"), para buscar especias, porque crees que conservan los alimentos, y que a un americano llamado Frederick Tudor (1783-1864) se le ocurra conservar el hielo del invierno en una caseta de madera aislada con serrín, descubrir que solo se funden 3 pulgadas durante el verano y decidir que va a enviar "su" hielo a la Martinica. Dos veces lo intentó con un resultado desastroso, a la tercera, llegó 1/3 del hielo y logró una rentabilidad asombrosa. Y ¿quién acabó siendo su principal cliente? La India, los reyes de las especias hasta el momento. Y de ahí al congelador en casa o al "pida lo que quiera, se lo llevamos mientras no sea ilegal" sólo hay un par de saltos y cada vez con lapsos de tiempo menores.
Ningún sector está inmunizado. Ninguno, !ríndanse¡, también Tudor intentó convencer a la gente de que el hielo "artificial" de las hieleras no era tan bueno como el "natural" que enviaba él, y no coló.

b) Oportunidades exponenciales.
Toda la tecnología que necesitó la NASA para llegar a la luna está en un móvil y aún queda sitio. Tu teléfono nuevo, ha costado la mitad que el de hace unos años. El coste de los chips se reduce de forma exponencial (no lineal). Impresión 3D y nuevos materiales ¿Seguimos? Pues pensemos en energía solar basada en chips - y en menos de 20 años podremos asombrarnos contando a nuestros nietos que en nuestros tiempos la energía era muy cara - o en virus como apps de nuestros cuerpos (Andrew Hessel).
El jugador de béisbol Yogi Berra decía que "el futuro no es lo que solía ser", Roberts está de acuerdo, y cree que es mucho, mucho, más interesante.
Una pincelada más, no solo es exponencial la creación de tecnología, nuestra adopción de la misma le sigue el ritmo: cada vez tardamos menos.

c) Llegar a millones de personas.
Llega el momento de dar un espaldarazo a los españoles: tenemos lo que hay que tener, es decir, los mejores ingenieros y científicos. Nos falta ambición y un sistema que no haga pagar un coste tan alto por el fracaso. Señores, fracasemos con estilo, una y otra vez. Y cuando digo "otra vez" es intencionado, en España no se fracasa muchas veces por "segunda vez".
Y si no eres científico, ni sabes nada de satélites, tampoco es un problema insalvable. A juicio de Roberts lo esencial es la mentalidad, el resto se aprende por el camino. Empiezo a pensar que no es que lo aprendas, es que consigues encontrar a la gente que sabe lo que tú desconoces.

d) El porqué
Y nos puso esta imagen. Y muchas otras: la evidencia de la ilusión en que vivimos cuando nos creemos independientes, cuando ponemos como excusa la existencia de fronteras. Y nos llamó "especie". Y fue genial.
Somos unos seres capaces de realizar actos de tremenda valentía y salir pitando. ¿Por qué lo hacemos?
Porque sabemos que hay algo más importante que el miedo.
Porque todas estas cosas, se hacen por amor.

Y mientras empezaba a guardar mis trastos, se anunció el nombre de los dos afortunados que este año se van a la Singularity University a seguir aprendiendo y desarrollando sus proyectos: Nicolás Alcalá ( Future Lighthouse) y Jacobo Elosua (Civio).
Y me pasó esto:


David Roberts en el centro junto a Ignacio Hernández. A ambos lados, los ganadores del "Call to innovation" Jacobo Elosua (drcha) y  Nicolás Alcalá (izda) con sus diplomas.

Inspirando el cambio. Call to innovation Cara A.

Autor invitado: Enrique Utrilla

Cuando salí de la conferencia de David Roberts sobre Innovación Disruptiva me sentía vivamente inspirado, decidido a que a partir del día siguiente iba a aceptar el reto que nos lanzaba, a dedicarme a buscar ideas realmente novedosas que pudieran tocar la vida de millones de personas. No me sorprendía demasiado, ese era el objetivo de Roberts y es un magnífico comunicador. El problema es que en estos casos, naturalmente empiezo a pensar que me han vendido una bonita moto, y una vez pasa un poco el ímpetu inicial empiezo a pensar, analizar, criticar y en general, buscar donde está el gato encerrado. Resulta que el gato no era tan difícil de encontrar, pero de eso hablaremos más tarde.

La primera parte de la conferencia fue la más expositiva, donde intentaba hacernos entender qué es la innovación disruptiva. Y lo hizo a través del ejemplo de varias industrias de alcance global, que a través de diversas innovaciones se fueron dejando obsoletas la una a la otra. Empezamos por el comercio global de especias en el siglo XV, un negocio tan rentable y lucrativo que mantenía tanto caravanas que recorrían toda Asia como flotas navales enteras. Tanto, que justificó que Colón se hiciera a la mar para intentar descubrir una ruta nueva. Las especias eran muy demandadas porque se pensaba que permitían conservar la comida. Sin embargo, esa demanda desapareció cuando un americano (de cuyo nombre, pese a los esfuerzos de Roberts, sigo sin acordarme) se dio cuenta de que podía almacenar y exportar el hielo acumulado durante el invierno, sustituyendo así un imperio global por otro. Esta nueva industria desapareció cuando se inventaron los primeros generadores industriales de hielo, y éstos cuando se inventó el frigorífico doméstico. En todos esos casos, el destino de decenas de miles de empleos varió en un corto periodo de tiempo por causa de una idea, ya que ninguna de esas industrias vio venir el cambio ni se adaptó a él.

El mensaje central era que tampoco se trataba de ideas tan extraordinarias o complejas, ni hizo falta un genio para que se le ocurrieran. Las ideas sencillas pueden tener un impacto dramático. Lo complicado es que a priori ese impacto puede no ser evidente en absoluto. Las especias y el hielo no tenían nada que ver entre sí, pero uno acabó con los beneficios del comercio de las otras al satisfacer la misma necesidad desde un ángulo totalmente distinto.

A partir de ahí Roberts se puso el sombrero de futurista, hablando del crecimiento exponencial y de algunos campos en los que nuevos avances tecnológicos pueden cambiar la vida de la gente a escala global. Y en esta parte, más especulativa, es donde después mi sentido crítico encontró las mayores dudas. En primer lugar por el propio concepto de crecimiento exponencial y la confianza (o la preocupación, desde Malthus) que se deposita en él. Que algo crezca de esa forma no quiere decir que vaya a seguir haciéndolo indefinidamente, sin chocar en ningún momento con algún otro factor limitante. De hecho, las mismas industrias que Roberts mencionó en la primera parte crecieron exponencialmente hasta que decayeron al ser reemplazadas por otra totalmente distinta. El progreso se consiguió no por mero crecimiento, sino por adoptar un nuevo camino divergente del anterior.

El segundo punto que me preocupaba era el tono optimista y aparentemente algo naive al considerar, o al menos presentar, a todo avance tecnológico como absolutamente positivo. Una de las posibilidades que más parecía emocionar a Roberts era la biotecnología y la genética, haciendo la comparación entre los genes y el software: algo que de repente era fácilmente editable, abriendo multitud de vías, desde la clonación a la modificación e incluso mejora del ADN mediante retrovirus. Mientras que es cierto que las posibilidades son asombrosas, los riesgos también lo son. No es que yo sea sospechoso de neoludismo precisamente, pero cuando me cuentan sólo las ventajas de algo, mi parte más cínica no puede evitar sospechar un poco. A la vez que Roberts hablaba de la curación de enfermedades y de una virtual inmortalidad humana, una parte de mi pensaba en las nuevas armas biológicas que alguien podría hacer con las mismas herramientas. Por no mencionar ejemplos curiosos, pero un tanto perturbadores, como el gato encerrado del que hablábamos antes. Al fin y al cabo, no era tan difícil de encontrar porque, al haberle injertado genes de una medusa, brillaba en la oscuridad.

En ese momento, Roberts se lanzó sin tapujos a un discurso motivador propio del mejor coach porque, según él, el factor que más se interpone en el camino del cambio es el miedo y la falta de confianza en poder sacar algo nuevo adelante. Tras un largo ejemplo presentando los casos de algunas de las personas que han subido al Everest, aquí hizo un pequeño inciso, casi de pasada, al efecto de castigo al fracaso que la legislación sobre quiebras tiene en España comparado, por ejemplo, con Estados Unidos. La máxima de los emprendedores repetida a menudo, de “cae siete veces, levántate ocho”, en nuestro país puede ser singularmente difícil de llevar a cabo. 

A pesar de ello, David Roberts nos anima a intentarlo, porque realmente lo necesitamos. Es un evangelista de una causa, y como dije al principio, lo hace realmente bien. El famoso cambio de modelo productivo que políticos de todos los colores predican campaña tras campaña electoral no es recuperar sectores que ahora están de capa caída. Es crear, de la nada si es precio, sectores e industrias en los que nadie haya ni siquiera pensado todavía, que satisfagan necesidades humanas y que a través de ello generen empleo y prosperidad. Si para lanzarnos a ello necesitamos un poco de “vende-motismo”, bienvenido sea. Diga lo que diga mi parte cínica.

sábado, 4 de abril de 2015

Desde la ignorancia "JeSuisKenyan"

Han asesinado a 147 estudiantes de la universidad de Garissa en Kenia.
Los terroristas del grupo Al Shabab entraron, dispararon indiscriminadamente, hicieron detonar varios artefactos y luego se atrincheraron con rehenes. Los separaron según su religión: cristianos a un lado, musulmanes a otro y masacraron a los primeros, desplegando todo un repertorio de sadismo y crueldad inhumana.

No hemos terminado de recuperarnos del sinsentido del copiloto de la Germanwings, que decidió estrellar su avión con 150 personas dentro.
Hemos vertido todo tipo de explicaciones y opiniones peregrinas. [Como escuché decir a un amigo: "¡cómo me alegro de haber mantenido silencio!"]
La urgencia por encontrar una explicación que mantenga nuestra sensación de control sobre los acontecimientos, no hace sino mostrar nuestra ignorancia soberbia, acuciada por la cobardía.
Hemos culpado a la temeridad de las empresas low cost, a los depresivos, a los psiquiatras, hasta a la sanidad pública que desatiende a los "locos" y andan por ahí, como si cualquier cosa, a cargo de sus sufridas familias. Todas esas barbaridades, se han podido leer estos días. Todas las barbaridades, que hacen daño a quien no lo merece, en aras de no tener que lamentarse, cuando sea verdad lo que ahora, aún, no lo es. Por si acaso, con la mejor intención.

La semana pasada, leí del tirón este libro de Anna Erelle. Nombre ficticio, historia periodística real.


Las primeras páginas me parecieron muy malas. Mal escritas, extrañamente redactadas. Percibía un celo injustificado, una especie de prejuicio positivo, al señalar el Islam como religión de paz, al establecer las fronteras entre todo lo que relataría después y lo que la mayoría de los musulmanes, al menos en Francia, practican.
Me resultó extranjero, pero a medida que avancé en la lectura, lo entendí un poco mejor: soy ignorante. No conozco a ningún musulmán de forma cercana, apenas me he cruzado con los signos externos de su fe.
La alucinante historia de esta periodista, su relación con un hombre relevante de DAESH (conocidos como IS o Estado Islámico), las diferencias con Al Qaeda - los primeros en su objetivo de instaurar un califato islámico, son especialmente fieros combatiendo a los "herejes", es decir, musulmanes que no comparten su radical interpretación, los segundos, por ahora, dirigen su odio hacia todo lo que tenga que ver con occidente y los infieles - todo a través de conversaciones por Skype. Un proceso de captación de manual, donde la fe, las inquietudes espirituales o cualquier cosa que lejanamente se le parezca, están completamente ausentes.

Este es el clima mental con que me enfrento a las noticias del horror en la Universidad de Kenia. Leo a unos y otros hacer hincapié en la separación deliberada de cristianos y musulmanes. Está en los titulares. Para muchos es todo lo que está. Luego, en el cuerpo de los artículos, se explica que la técnica de separar musulmanes del resto está muy estudiada, dicen que es una técnica clásica del yihadismo, que les sirve como propaganda, para multiplicar su repercusión y sembrar el odio entre la población civil. Es el caso de Kenia, donde la población musulmana solo alcanza el 12% del total.

"Cómo me alegro de haber mantenido silencio".

Puedo perfectamente imaginar las consecuencias que esas perversas técnicas de segregar víctimas por su religión, pueden tener en las sociedades que sufren el terror. Puedo imaginar a los asesinos, relamiéndose, al ver cómo su odio prospera y se extiende, enfrentando grupos que habían sido capaces de convivir.
Lo único que puedo hacer, desde mi inmensa ignorancia, es no contar víctimas cristianas, como no he contado innumerables víctimas musulmanas. Solo puedo lamentar muertos. Seres humanos inocentes que trataban de hacer del mundo un lugar mejor, estudiando.

Soy cristiana, y esforzarme por ver esta masacre como un acto contra la civilización y no como agresión dirigida exclusivamente contra el cristianismo, es un acto deliberado.
No me agradaban las portadas de Charlie Hebdo, no sé nada del Islam, ni pertenezco al pueblo judío. Venero la civilización y el progreso humano, por eso, ante la barbarie soy Charlie, judía y musulmana, para seguir siendo todo lo que ellos odian: tolerancia, libertad, discusión, duda, progreso y solidaridad.  

Ayer leí que en 1991, el Tribunal de Versalles condenó a Le Pen por "consentimiento de lo horrible". Ignoraba que existiese ese cargo, y sin embargo, ¡es tan acertado!
No consintamos lo horrible. No permitamos que el odio prolifere. Somos todos, contra la barbarie. Ésa es la religión que compartimos.




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