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Citado en el libro "De qué hablo cuando hablo de correr" H. Murakami

sábado, 23 de marzo de 2013

Escrache. El fracaso de los representantes y de los ciudadanos

Me cuesta mucho escribir esta entrada,  pero llevo varios días dándole vueltas, desde que leí en twitter un cruce de mensajes sobre la práctica del "escrache".
No tenía ni idea de lo que era, tan sólo deducía que en el caso concreto de la "conversación" a la que asistía como espectadora silenciosa, era algo relativo a los desahucios.

He buscado y leído lo que se ha publicado al respecto. Para todos aquellos que, como yo hasta hace dos días, ignoráis lo que significa el término"escrache" os diré que es un tipo de protesta surgida en Argentina, en la que ésta se traslada hasta el domicilio o lugar habitual por el que pasa el supuesto responsable del descontento.

Mis sentimientos con el drama de los desahucios son contradictorios. Por un lado no puedo evitar empatizar con los que lo sufren, al no imaginarme un drama más espantoso que verte en la calle con tus hijos, y encima una deuda horrorosa, como si la vida se cebara en tu desgracia añadiendo una nota de humor macabro al daño que te inflige.
Cuando tuve conocimiento (el vídeo) de que los bomberos estaban empezando a negarse a echar puertas abajo con motivo de desahucios, me emocioné mucho, lo reconozco. Sentí que, salvando la inmensa distancia que separa ambas cuestiones, sucedía algo similar a lo ocurrido con Miguel Ángel Blanco, era un momento en que éramos una sociedad a la que nos importaban las cosas de los demás, éramos un grupo de personas hermanadas, en las que unos y otros se apoyaban para sumar miedos e insuflarse valor. Todos juntos, tratando de impedir que nuestra indiferencia se convirtiera en el sufrimiento de más personas.

Eso vi, y eso sigo viendo.

Y son ambivalentes mis sentimientos, porque entiendo que el sistema que hemos creado (hayamos participado o no en su creación, el caso es que no hemos hecho demasiado por cambiarlo hasta ahora) ha de modificarse cuidadosamente para no producir más daño que beneficio. Esa necesaria precaución echará por tierra las esperanzas de muchos.

El problema es peliagudo porque ¿quién es el guapo que pretende aplicar medidas extremas al común, cuando tenemos a los padres de la patria dando un ejemplo diario de podredumbre?
¿cómo evitar pensar, que lo que das con tu esfuerzo se lo lleva el ladrón? y lo que es aún más doloroso, ¿cómo perdonarles habernos llevado con sus actos a una situación en la que los ciudadanos creemos que todos son sinvergüenzas?

Pero llega el "escrache". Entiendo perfectamente la frustración que se siente cuando haces lo correcto y te ignoran los que deberían escuchar. Lo sé en primera persona. Sigo sin haber recibido ni el acuse por parte del Ministerio ni de las consejerías de educación. Muchos de los diputados a los que envié la enmienda  e emails, han tenido la arrogancia y mala educación de ni siquiera enviar respuesta de plantilla.
En mi caso esa indignación se traducía automáticamente en aumentar mi decisión de seguir, en cabezonería, en un "no me voy a cansar antes que vosotros". Sé que mi particular batalla es mucho menos urgente y dramática que el asunto de los desahucios, pero creo honestamente que el "escrache" no es admisible en una democracia.

Los diputados no deben tener más derechos ni estar en mejor posición ante la justicia que cualquiera de los ciudadanos, porque sencillamente primero son ciudadanos y luego representantes, pero tampoco deben tener menos.

La ILP (iniciativa legislativa popular) sobre la ley de desahucios se va a debatir, ese es un avance y si durante el debate, se rechaza o modifica, es parte del juego democrático y habrá que seguir luchando por mejorarlo. Tratar de imponer una visión concreta, aunque sea por motivos honorables, es, desde mi modesta opinión, una violencia nada deseable contra la libertad.

Señores diputados, aprendan a leer las señales, y den de una vez muestras claras de que respetan y les importan aquellos que les han dado razón de ser. No se puede gobernar una sociedad a golpe de algarada, pero a veces, dejan muy pocas opciones.



6 comentarios:

  1. No sé si se debe jugar con los sentimientos y la empatía hacia los deshauciados.

    Una dación en pago no prevista y no presupuestada supone un quebranto económico para la entidad financiera que ha concedido la hipoteca. Un quebranto que no se desvanece en el éter; eso es totalmente irreal.

    Esa pérdida lleva: o a la quiebra del sistema financiero (desastre total para todos) o, lo que es lo habitual, a que se repercuta públicamente, vía FROB, SAREB, etc.

    Así, el agujero que se crea por esa falta de pago de quien asumió la hipoteca, lo terminan pagando con sus impuestos todos los ciudadanos, incluso aquéllos que nunca pudieron ni soñar en comprarse una vivienda.

    Me parece que el escrache va un paso más allá, para mantener esa tensión emocional y esa simplificación poco realista de buenos muy buenos, víctimas del sistema, que no pueden pagar su hipoteca, y malos muy malos indiferentes al dolor de los deshauciados.

    Hace falta pensar en soluciones factibles, realistas y satisfactorias (en la medida de lo posible) para el conjunto de la sociedad. Atizar las emociones y espantar los intentos de aproximación racional al problema, no me parece que sea el mejor camino.

    Saludos.- Anguebus

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  2. Aunque te he contestado algo en twitter aquí podemos usar más de 140 caracteres lo cual es un verdadero alivio. Espero que mi comentario no haya creado confusión. Efectivamente a este problema hay que atacarlo racionalmente, pero sin perder de vista que la magnitud que ha alcanzado no puede deberse a una sola causa. El escrache me parece una reacción indeseable que lejos de ayudar a las personas que viven ese drama las perjudica, lo convierte en un nosotros contra ellos, busca culpables en quienes no piensan que tu solución es la única.
    No, eso no es democrático, ni justo, ni sirve para nada bueno, es más, probablemente genere conductas peores que nadie desea.
    Gracias por leerlo y puntualizar.

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  3. Gracias a tí, Elena.

    Las simplificaciones no suelen ser acertadas, y en este tema de los deshaucios creo que ha habido mucha trivialización mediática y pocas ganas de buscar soluciones.

    Quizás porque nunca me ha interesado mucho la propiedad privada, no comparto aquella vieja idea del primer Ministro de la Vivienda de Franco (Arrese) ("Queremos un país de propietarios y no un país de proletarios"), que tanto ha condicionado la trayectoria económica de los últimos 60 años de historia económica de España. Ya en tiempos de la dictadura, se utilizó la vivienda para crear un país de pequeños propietarios, refractarios a cualquier idea socializante.

    Y la situación se ha agravado en los últimos 12 años, con la entrada en el EURO y unas posibilidades de endeudamiento "ilimitadas". Las consecuencias, conocidas: especulación del suelo, corrupción política y un país de endeudados en precario.

    Es lo que hemos tenido, un crecimiento económico basado en la construcción y en la especulación, al mismo tiempo que se producía una imparable desindustrialización (en la industria está la posibilidad de innovación y de creación de riqueza a largo plazo). Igualmente, hemos tenido mucha inversión en infraestructuras públicas (aeropuertos,autopistas, AVEs,etc.) y un clamoroso descuido de la inversión en las infraestructuras humanas (abandono escolar, degradación de las Universidades, etc.). Pan rápido para hoy y hambre para mñana.

    ¿Qué ha sido de aquellas soluciones que empezó a ensayar la República?: el inicio de las primeras viviendas para alquiler social. Aquel esfuerzo por llevar una escuela y un maestro hasta la última aldea de España...

    Y las "soluciones" que algunos parecen apuntar ahora, sólo harán que ahondar la herida. No importa nada,sólo el espectáculo: el espectáculo de los deshauciados, el de los que pierden su dinero con las preferentes, el de los que pierden su trabajo, el de las caceroladas públicas...

    A ver si alguien hace un programa de auténtica regeneración, formación y crecimiento, porque si seguimos con la charanga que tenemos montada, acabaremos peor que Chipre.

    Uy, perdón, vaya mitin que me ha salido!!.

    Saludos.- Anguebus

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  4. Yo creo como tú que el escrache no es el camino. Eso de hacer que alguien sienta miedo no es admisible, porque por la misma regla de tres nos podemos juntar unos cuantos e ir a por el listillo o el que nos caiga mal, y así hasta que algún descerebrado haga algo de lo que todos nos podamos arrepentir.

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    1. Muchas gracias por tu comentario JL. La expresión que has usado creo que es muy precisa, "hacer que alguien sienta miedo". No, si empezamos a justificar los medios, estamos perdidos. Por cierto, me gustaría enlazar tu blog, ¿te parece bien?

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    2. Por supuesto Elena, ningún problema. Todo lo contrario. Muchas gracias.

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