Autor invitado: @Demostenes_av
Cuando se cumplen un poco más de
dos meses desde las elecciones con los
resultados más repartidos del periodo constitucional llega por fin el
primer pacto entre dos fuerzas políticas. Era inevitable que un pacto
llegara antes o después, la pregunta era entre quién y en qué términos. También
era inevitable que fuera sólo un primer paso hasta poder llegar a una
investidura, ya que ninguno de los bloques que negociaban con el PSOE (Podemos
con sus confluencias, UP y Compromís por un lado, y Ciudadanos por el otro)
llegan a dar la suma de escaños para la mayoría absoluta. El PP, lastrado por
su gobierno durante la última legislatura y los casos de corrupción, ni está ni
se le espera en la mesa. No es que el PSOE pueda sacar pecho en ese campo
tampoco, precisamente, pero el público tiene memoria corta y el PP la “mala
suerte“ de que sus tramas estén saliendo justo ahora.
En cualquier caso, viendo las posiciones
negociadoras de unos y otros desde el 20D, no es muy sorprendente que los
primeros en llegar a un acuerdo con PSOE hayan sido Ciudadanos. Eran los únicos
que tenían incentivos claros para no repetir elecciones, y su documento de base
para la negociación, de sólo cuatro páginas y con una versión muy simplificada
de su programa, dejaba amplio margen para acomodar las propuestas del PSOE. Esta
situación era diametralmente opuesta a la propuesta de base de Podemos, llena
de exigencias y presentada con unas formas que harían dudar a cualquiera de su
sinceridad. Creo que hay un consenso bastante amplio en que el juego de Pablo
Iglesias siempre ha sido forzar unas nuevas elecciones, en las que creía que
podría dar el sorpasso al PSOE, pero
sin asumir el coste de aparecer como el que bloqueó un posible acuerdo de
izquierdas (lejos quedó ya el eslogan de “no somos ni de izquierdas ni de
derechas”, algo hemos ganado al menos).
Las reacciones
Las reacciones al pacto también
son las esperables. Satisfacción en general en los partidos firmantes (aunque
siempre hay algún disidente que piensa que al no conseguir el 100% del programa
se está traicionando los principios del partido o algo así), y un rechazo en
los que no participan del acuerdo –ni querían participar-. Así, el mismo texto ha sido considerado a la vez como “muy regresivo” por Alberto Garzón, y como “puramente de
izquierdas” por el Partido Popular. Es lo que tienen las propuestas moderadas, reciben golpes de todas las direcciones. Las críticas por parte de la antigua directiva
de UPyD a Ciudadanos eran, por otra parte, tan esperables como la salida del Sol.
Todos coinciden en señalar que efectivamente se quedan en 130 escaños y siguen
necesitando el apoyo de alguien más, en especial para sacar adelante cambios constitucionales (cosa que, además de obvia, ya dijo el propio Rivera el lunes). Creo que no hay que leer demasiado en
estas críticas, por dos motivos. Por un lado, se corresponde plenamente con la
posición táctica de los partidos. Por otro, estas críticas son en su mayor
parte vagas e inconcretas, o centradas en aspectos secundarios.
La principal ha llegado desde la
izquierda y es el aparentemente menor coste del despido para trabajadores
temporales, que no deja de ser un caso marginal porque en el 99% de los casos estos
contratos simplemente se dejan llegar a su fin, lo que implica una
indemnización mucho menor. En cualquier caso, PSOE y Ciudadanos ya han aclarado
que se trataba de un error y que donde hablaban de indemnización de despido se
referían efectivamente a la de terminación de contrato, que no bajaría sino que
quedaría igual el primer año y se incrementaría los siguientes, quedando la
indemnización por despido objetivo o improcedente como hasta ahora. La
versión del pacto en la web del PSOE ya recoge este cambio.
Si este punto, ya subsanado, era
la principal crítica concreta a un documento de 60 páginas, parece que tan malo
no será. Por supuesto, como comentaba el usuario @ianhazlitt en Twitter, “cuando A y B pactan no sale exactamente el
programa de A al 100% ni el de B”. “(y
lógicamente, mucho menos los maximalismos de C o los de D)”, apuntillaba
yo. Si alguien esperaba que un acuerdo con PSOE incluyese grandes recortes de
impuestos, o que se propusiese volver a las indemnizaciones de despido de 45
días por año (sobre todo después de tanto ensalzar el modelo nórdico), tiene
motivos para estar frustrado por este pacto, pero partía de unas expectativas
poco realistas.
Habiendo cosas que me gustan más
que otras, me parece un buen pacto, sensato y moderado, con algunas buenas
ideas que hace falta concretar. No veo que tenga muchas estridencias que lo
conviertan en algo inasumible para casi ningún partido, excepto DiL, ERC y
quizá En Comú Podem por el rechazo explícito que se hace de los referéndums de
autodeterminación (punto que siendo una línea roja para Podemos, ha estado
curiosamente ausente de sus críticas durante todo el día). Evidentemente no
recoge todas las aspiraciones y preferencias de todos los partidos, pero para
ello un partido tendría que haber conseguido una clara mayoría en las
elecciones, y no fue el caso para ninguno.
A dónde vamos desde aquí
Volvemos al terreno estratégico,
a la especulación y a la teoría de juegos. Que PSOE y Ciudadanos hayan sido
capaces de llegar a este pacto es importante por dos motivos. Por un lado, ya
suman más escaños que PP, lo que quita aún más base al mantra (falso, por otra
parte) de que Rajoy ganó las elecciones por sacar más votos que los demás y que
por ello debería ser presidente. Pero sobre todo, porque en una situación de
bloqueo, presenta a ambos como fuerzas capaces de llegar a pactos, con un
acuerdo razonable. Si hay nuevas elecciones, esto puede convertirles en el “voto
útil” de izquierda y derecha. Si bien la tendencia de Podemos y PP tras en 20D
era a subir y la de PSOE y especialmente Cs de bajar en intención de voto, esa
tendencia podría estar cambiando y resultar ser la opuesta. Ya en las encuestas
publicadas la semana pasada se apreciaba un mantenimiento de expectativas para
PSOE y una mejora para Cs a costa del PP, con una ligera tendencia a la baja de
Podemos, y este pacto podría acentuar este cambio. Si bien puede ser
interpretado en términos electoralistas, esto afecta también a la estrategia de
pactos: no hay mejor forma de evitar nuevas elecciones que conseguir convencer
a tus rivales de que las ganarías.
Ayer, tras el anuncio del pacto,
Podemos anunció que se retiraba de las negociaciones a cuatro entre fuerzas de
izquierdas. Esto no es más que un gesto de cara a la galería: nada les impide
coger el acuerdo PSOE-Cs, señalar que cosas no le gusta, y negociar el cambio
con ambos. De hecho, internamente parece que hay
voces que apuestan por la abstención. Resulta curiosa la reacción de Compromís,
que por la mañana decía no
estar muy en contra del pacto alcanzado, y por la tarde se levantaba de la
mesa de negociación con Podemos, aunque
sin cerrar definitivamente la puerta. PNV, por su parte, parece que está cerca
de llegar a su propio acuerdo con PSOE.
En definitiva, según se acerca la
fecha del debate de investidura el tablero de juego se clarifica pero se vuelve
a la vez más impredecible. Las cosas más o menos lógicas están pasando, los que querían pactar lo han hecho o están en ello, y los que no... pues no. Mucho
de lo que veamos en los próximos días (al igual que en las últimas semanas)
tendrá bastante de teatrillo. Para Podemos y PP, abstenerse en la investidura
de Sánchez sin conseguir nada a cambio tiene un coste político con sus bases.
Si de repente deja de interesarles ir a nuevas elecciones, y no pueden negociar
algo con PSOE, su mejor opción es que sea el otro partido el que se abstenga
para quedar como líderes de la oposición. Y ahí entrarían en un juego del
gallina entre ellos en el que la teoría de juegos dice que la mejor estrategia
es hacerte pasar por un loco que nunca, nunca, nunca se abstendría incluso si al
no hacerlo saliera perdiendo. Si no pasa algo raro previamente, muchas cosas
pueden decidirse el día antes de la 2ª ronda de la votación de investidura.
Creo que todo el mundo asume que la 1ª ronda será infructuosa.
Esto es, por supuesto, si de
verdad a PP y/o Podemos dejan de interesarles ir a nuevas elecciones. No
sabemos que encuestas manejan, o que presiones internas tienen influyendo en
una dirección u otra, o el papel que pueden jugar los egos de determinadas
personas clave.
A día de hoy, creo que lo más
probable es que Pedro Sánchez sea el próximo presidente del gobierno de España.
Falta por saber es si será en una semana o dentro de unos meses, y quién cederá
para ello. Lo que es seguro es que la legislatura, empiece cuando empiece, va a
ser movidita. Tenemos partida de Risk para rato.
(Lo de la emergencia social, ya
tal.)