Autor invitado: @Demostenes_av
Tras unas elecciones que han dejado el parlamento más fragmentado que nunca desde que recuperamos la democracia, después de casi mes y medio seguimos con el gobierno en funciones. Hasta ahora siempre había ganado de forma más o menos clara uno de los dos grandes partidos, y sólo quedaba detallar con qué partido minoritario iba a llegar a un acuerdo (y a cambio de qué) para conseguir una mayoría absoluta que garantizase una legislatura estable. Ahora ni siquiera hay un candidato que podamos considerar probable, y la opción de tener que volver a repetir las elecciones no es ni mucho menos descartable. Bienvenidos al fin del bipartidismo.
En una situación como ésta, con
cuatro grupos grandes en el Congreso que compiten entre sí pero a la vez se
necesitan mutuamente, esto es lo normal. El problema es que a nuestros partidos
les está costando cambiar el chip. Durante casi cuatro décadas la estrategia
electoral de PP y PSOE ha sido en muchas ocasiones la polarización y el
presentarse como la alternativa frente a los desastres que traería el otro. La
entrada en escena de Podemos y Ciudadanos, como no podía ser de otra forma,
también se ha fundamentado en el ataque a los usos y costumbres de la “vieja
política”. El problema, claro está, es que ahora resulta difícil llegar a
pactos y acuerdos con los mismos partidos rivales a los que has pasado meses demonizando.
Y así llegamos a este punto. Con
un PP aun en cabeza pero muy disminuido, ahogado por los casos de corrupción y
que se encuentra sin ningún partido dispuesto a apoyarle; un PSOE (incomprensiblemente)
dividido internamente en el momento más crítico, lo que parece pesar más que
sus propios escándalos en Andalucía; Podemos, que despierta el rechazo frontal
de PP y Cs y ligado a unas confluencias no sujetas a su disciplina de voto; y
Ciudadanos, dispuesto a pactar con dos de los otros tres partidos pero sin
suficientes números como para resultar decisivo. La aritmética parlamentaria
resulta extremadamente compleja en este caso.
Los pactos (im)probables
De las distintas opciones de
pacto, la gran coalición, ya improbable antes, parece absolutamente descartada
tras las últimas noticias sobre el PP valenciano. El PP se está convirtiendo en
un partido radiactivo al que nadie quiere acercarse más de lo estrictamente
necesario, y los únicos que podrían atreverse, Ciudadanos, no llegan al número
necesario. El otro pacto que podría ser previsible entre PSOE y Podemos es aún
posible, pero yo diría que improbable que lleve a un gobierno estable. Para
empezar, las formas de presentarlo lo hacen bastante indeseable para el PSOE.
Pablo Iglesias sin duda quiere presentarse como el auténtico líder en la sombra
de la hipotética coalición, con un papel de supervisor y dirigiéndose a la
ejecutiva del PSOE en nombre de las bases de su propio partido. Cualquiera en
la posición de Pedro Sánchez haría bien en desconfiar de sus intenciones como
socio. Además, PSOE y Podemos (incluyendo a sus confluencias) por si solos o
incluyendo a UP no suman los votos suficientes.
Las opciones locas
Descartados los posibles pactos
evidentes, sólo quedan opciones realmente raras, o convocatoria de nuevas
elecciones. De las primeras la única que me parece remotamente posible pasa por
que PP asuma de una vez que ni siquiera repitiendo elecciones podría mantenerse en La
Moncloa y que lo de que debe gobernar la lista más votada es una gran sandez en
un sistema parlamentario. Las encuestas indican que PP podría ganar algunos
escaños más, pero menos de los que Ciudadanos perdería, con lo que no les
valdría de mucho. Si no puede conseguir nada para sí mismo, quizá al menos
pueda influir en que el gobierno que resulte sea lo menos alejado posible de
sus propias propuestas, absteniéndose en la investidura de otro candidato que
pueda ser considerado un mal menor. Y si este candidato es Sánchez, en
solitario, es probable que Ciudadanos hiciera lo mismo, quizá acordando primero
una serie de objetivos programáticos pero sin entrar en el gobierno.
Esa opción seguiría sin dar votos
suficientes, pero por poco, y podría poner a Podemos en la tesitura de tener que abstenerse
también, u oponerse a un gobierno de izquierdas. En cualquier caso, si fuera
necesario y hubiera un acuerdo (que se me antoja mucho más sencillo que con
Podemos), no me cabe duda de que Ciudadanos podría apoyar con al menos algunos
votos a favor "por el bien de la estabilidad".
Creo que esta opción es bastante
improbable, pero podría ser aceptable para casi todos. PP sabría que con un
PSOE en minoría, sus diputados les harían parte de casi cualquier ley que
tuviera que ser aprobada. Sánchez consigue la presidencia sin condiciones que
puedan ser inasumibles, y no me parece muy distante de la opinión de Felipe González
en su entrevista de esta semana. Ciudadanos se apuntaría (nuevamente) el tanto
de ser la fuerza política que puede servir de puente entre partidos opuestos, y podría colocar algún punto en la agenda. Y
aunque la línea política de Podemos es una de máximos, el nuevo gobierno sería
de izquierdas.
Por desgracia, los pactos aceptables y la altura de miras, tan solicitada pero tan poco ofrecida, no suelen ser la orden del día en nuestra política.
El día de la marmota
La otra opción es dirigirnos a
unas nuevas elecciones. Como ya hemos visto, el PP tendría incentivos para ello
según las encuestas, pero serían limitados, ya que seguiría sin conseguirles la Preidencia. Ciudadanos tiene todos los incentivos para no
repetir elecciones. Un previsible bajón electoral les podría hacer entrar en una espiral
muy peligrosa y reducirles a una cierta irrelevancia. Quien parece que puede
tener más motivos para ello es Podemos, en tendencia ascendente en las
encuestas, pero que puede pagar caro el fiasco de los grupos parlamentarios
para sus confluencias. No está nada claro que las coaliciones de las pasadas
elecciones se repitieran en una nueva ronda.
Y en estas está el PSOE. El único
partido que aparece en todas las combinaciones mínimamente viables, pero que
por lo mismo parece un poco paralizado, incluso pidiendo al Rey no ser nominado
en primera instancia en lugar de Rajoy para intentar ser investido. Todo
depende de una decisión de su secretario general, presionado por sus barones
regionales y que, por lo dicho en su última ejecutiva federal de este sábado,
tendrá que ser refrendada por las bases. Hay quien ha visto en este gesto una aproximación
de Sánchez a un acuerdo de Podemos, al que la cúpula se opone pero las bases
pueden ser más favorables. Sin embargo, las incertidumbres son aún muy altas.
Hay un factor que puede ser
relevante para entender esto. Si nadie puede convencer a Rajoy para que se abstenga (y no parece ser un objetivo fácil), casi con
seguridad habría que repetir elecciones tarde o temprano. En ese caso, la mejor
estrategia electoral para Sánchez, o quien quiera que fuera elegido en las
primarias de Mayo, sería presentarse como el voto útil para conseguir un
gobierno estable en el que no estuviera el PP. En esas condiciones podría tener sentido ver el órdago lanzado por Iglesias y negociar algún tipo de pacto, ya que al no reunir votos suficientes de todas formas quizá no tuviera que cumplirlo finalmente. Una votación de investidura fallida por un margen estrecho les presentaría como un grupo grande que ha perdido por poco y necesita sólo un
pequeño empujón adicional. Existe el riesgo de que ese voto útil se fuera para
Podemos, pero se trata de algo que no se puede evitar, y en lo
que el PSOE puede decidir jugarse una apuesta. Al fin y al cabo, es plausible pensar que Podemos ha estado maniobrando para culpar al PSOE de no llegar a un acuerdo con vistas a lograr el sorpasso en unas segundas elecciones, y ésta sería una forma de desactivarlo.
Además, si se llegara a un hipotético pacto entre PSOE y Podemos, éste podría no repetirse tras los nuevos comicios. En
ese momento los resultados pueden dar balances de fuerza totalmente
distintos, y todo el proceso de negociación tendría que empezar desde cero.
Aviso a navegantes
En cualquier caso todo esto son
elucubraciones. Hay decenas de factores distintos que quizá no conocemos,
juicios de valor por parte de diferentes personas que pueden ser distintos de
lo que consideramos razonable, y apuestas entre opciones que conllevan un
riesgo difícil de estimar. Otro factor
no poco importante es mi pobre registro como pronosticador, así que seguramente
lo que acabe pasando al final sea cualquier cosa menos lo escrito. Pero la
única forma de mejorar es hacer apuestas concretas para aprender luego de los
errores.