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Citado en el libro "De qué hablo cuando hablo de correr" H. Murakami

sábado, 4 de abril de 2015

Desde la ignorancia "JeSuisKenyan"

Han asesinado a 147 estudiantes de la universidad de Garissa en Kenia.
Los terroristas del grupo Al Shabab entraron, dispararon indiscriminadamente, hicieron detonar varios artefactos y luego se atrincheraron con rehenes. Los separaron según su religión: cristianos a un lado, musulmanes a otro y masacraron a los primeros, desplegando todo un repertorio de sadismo y crueldad inhumana.

No hemos terminado de recuperarnos del sinsentido del copiloto de la Germanwings, que decidió estrellar su avión con 150 personas dentro.
Hemos vertido todo tipo de explicaciones y opiniones peregrinas. [Como escuché decir a un amigo: "¡cómo me alegro de haber mantenido silencio!"]
La urgencia por encontrar una explicación que mantenga nuestra sensación de control sobre los acontecimientos, no hace sino mostrar nuestra ignorancia soberbia, acuciada por la cobardía.
Hemos culpado a la temeridad de las empresas low cost, a los depresivos, a los psiquiatras, hasta a la sanidad pública que desatiende a los "locos" y andan por ahí, como si cualquier cosa, a cargo de sus sufridas familias. Todas esas barbaridades, se han podido leer estos días. Todas las barbaridades, que hacen daño a quien no lo merece, en aras de no tener que lamentarse, cuando sea verdad lo que ahora, aún, no lo es. Por si acaso, con la mejor intención.

La semana pasada, leí del tirón este libro de Anna Erelle. Nombre ficticio, historia periodística real.


Las primeras páginas me parecieron muy malas. Mal escritas, extrañamente redactadas. Percibía un celo injustificado, una especie de prejuicio positivo, al señalar el Islam como religión de paz, al establecer las fronteras entre todo lo que relataría después y lo que la mayoría de los musulmanes, al menos en Francia, practican.
Me resultó extranjero, pero a medida que avancé en la lectura, lo entendí un poco mejor: soy ignorante. No conozco a ningún musulmán de forma cercana, apenas me he cruzado con los signos externos de su fe.
La alucinante historia de esta periodista, su relación con un hombre relevante de DAESH (conocidos como IS o Estado Islámico), las diferencias con Al Qaeda - los primeros en su objetivo de instaurar un califato islámico, son especialmente fieros combatiendo a los "herejes", es decir, musulmanes que no comparten su radical interpretación, los segundos, por ahora, dirigen su odio hacia todo lo que tenga que ver con occidente y los infieles - todo a través de conversaciones por Skype. Un proceso de captación de manual, donde la fe, las inquietudes espirituales o cualquier cosa que lejanamente se le parezca, están completamente ausentes.

Este es el clima mental con que me enfrento a las noticias del horror en la Universidad de Kenia. Leo a unos y otros hacer hincapié en la separación deliberada de cristianos y musulmanes. Está en los titulares. Para muchos es todo lo que está. Luego, en el cuerpo de los artículos, se explica que la técnica de separar musulmanes del resto está muy estudiada, dicen que es una técnica clásica del yihadismo, que les sirve como propaganda, para multiplicar su repercusión y sembrar el odio entre la población civil. Es el caso de Kenia, donde la población musulmana solo alcanza el 12% del total.

"Cómo me alegro de haber mantenido silencio".

Puedo perfectamente imaginar las consecuencias que esas perversas técnicas de segregar víctimas por su religión, pueden tener en las sociedades que sufren el terror. Puedo imaginar a los asesinos, relamiéndose, al ver cómo su odio prospera y se extiende, enfrentando grupos que habían sido capaces de convivir.
Lo único que puedo hacer, desde mi inmensa ignorancia, es no contar víctimas cristianas, como no he contado innumerables víctimas musulmanas. Solo puedo lamentar muertos. Seres humanos inocentes que trataban de hacer del mundo un lugar mejor, estudiando.

Soy cristiana, y esforzarme por ver esta masacre como un acto contra la civilización y no como agresión dirigida exclusivamente contra el cristianismo, es un acto deliberado.
No me agradaban las portadas de Charlie Hebdo, no sé nada del Islam, ni pertenezco al pueblo judío. Venero la civilización y el progreso humano, por eso, ante la barbarie soy Charlie, judía y musulmana, para seguir siendo todo lo que ellos odian: tolerancia, libertad, discusión, duda, progreso y solidaridad.  

Ayer leí que en 1991, el Tribunal de Versalles condenó a Le Pen por "consentimiento de lo horrible". Ignoraba que existiese ese cargo, y sin embargo, ¡es tan acertado!
No consintamos lo horrible. No permitamos que el odio prolifere. Somos todos, contra la barbarie. Ésa es la religión que compartimos.




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