Tendría que estar trabajando en mis cosas pero no lo puedo evitar, sé que hasta que no saque este cabreo de mi cuerpo no voy a poder concentrarme, así que por el bien de la productividad, de mi productividad, voy a aprovechar mi blog en beneficio propio.
Resulta que leo
esto y se sucede una cascada de emociones.
La primera, la carcajada, luego la sonrisa se tuerce y se convierte en una muestra de desprecio. Finalmente esa trabajada autoestima entra en acción y agradezco el enorme amor recibido en mi infancia, porque seguro que tiene algo que ver con mi reacción final.
Y es que me hago la siguiente pregunta: El sr Cañete (PP) y la sra Valenciano (PSOE)
¿tienen idea de con quién están tratando?
Yo creo que no. Deben pensar que estoy deseando recibir cada slogan, frase o pensamiento que salga de sus labios como agua de mayo. Deben creer que mi vida carece de interés y que ordenar los tomates por tamaños o sacar la ropa de verano del trastero, es algo menos estimulante que asistir de manera pasiva a su espectáculo de autobombo.
Y es que en un alarde de ejercicio democrático nos van a dedicar unos minutos de su apretada agenda para que conozcamos sus propuestas y/o sus desacuerdos.
Sin preguntas, ni del moderador/a, ni de otros periodistas, ni por supuesto, de los ciudadanos.
Es una democracia de sentido único.
De arriba a abajo y creen, que yo estoy abajo.
Ellos dan, yo digiero.
Permiso para hablar francamente, señor. Denegado.
Pues por mi parte voy a ejercer mi hartazgo activo. A partir de ahora, si quieren que escuche sus debates sin preguntas (¡ni que fueran Séneca!), si quieren que les anteponga en mi agenda a los tomates, la lista de la compra o depilarme las piernas, tendrán que comprar mi tiempo.
No sé quién se creen que son ustedes para deducir que podría interesarme escucharles en esas condiciones.
Porque mi tiempo es lo más valioso que tengo. Porque ustedes señores candidatos parecen no saber quién soy yo.
Yo soy la que va a ir a votar.
Nota: Un debate sin preguntas, no es un debate. Es publicidad