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Citado en el libro "De qué hablo cuando hablo de correr" H. Murakami

domingo, 13 de marzo de 2016

No dejéis de llorar.



Dos veces he vivido la experiencia más extraordinaria de mi vida. Sin empates, porque cada una de ellas lo ha sido en términos absolutos.
El momento en que un pequeño trozo de carne palpitante y asustada te toca por primera vez.
Su peso sobre tu pecho, su calor, olor y el tacto de esa piel frágil y aterciopelada.
Saber que, desde ese momento, nada ni nadie en el mundo te impedirá protegerlo. Eres todo lo que tiene y ella es todo lo que necesitas tener.
Hay fotografías que son literatura pura, como la de arriba.
Puedes perderte en cada pliegue de esos pequeños muslos, en las 'pulseras' de sus diminutas muñecas, en la curva de su espalda y en la imposibilidad de sostener la cabeza. Y puedes olerlo y sentir de nuevo el calor en el pecho, el temblor, el amor infinito y la desesperación por librarlo de todo mal.
Eso sucedió mientras leía la crónica de Mariangela Paone en El Español Y cuando me di cuenta, lloraba sin poder parar.

Y en esa necesidad que tiene la inteligencia de ser racional, busqué explicación. Todo el día lo hice, porque lloraba y me sentía ridícula. Porque sabía que no había nada que pudiera hacer por ese recién nacido, que era el peso de mis hijas sobre mi pecho. Porque sabía que lloraba para sentirme mejor, pero no podía hacer otra cosa.

Y me hablaron unos y otras y otros más, de Arabia Saudí y de los bombardeos de Putin, y de los Estados Unidos y de que en Siria están peor. Y me hablaron de calidad de vida y de que es imposible atender a todos y que Merkel lo ha hecho mal y que Grecia y que Macedonia y Turquía...

Y yo solo pensaba que es imposible que no fuéramos capaces de construir un campo de refugiados en Europa, donde poder permanecer tumbada con ese peso sobre el pecho, sintiéndote a salvo en un país que no está en guerra, en un continente que es rico, en una sociedad que respeta los Derechos Humanos, entre seres humanos que han evolucionado tanto que se esfuerzan por cuidar a sus viejos y enfermos, aunque ya nada productivo aporten a la tribu.

Y entendí que hay que seguir llorando tantas veces como sea preciso, porque el día que no sintamos el impulso de hacerlo dejaremos de ser ricos, de estar en paz, no continuaremos evolucionado ni nos importará no dejar a nadie atrás. Ese día dejaremos de estudiar para encontrar la cura a una enfermedad y de esforzarnos por llegar a las estrellas, porque todo lo que ha hecho de valor el ser humano en su historia, empezó en la necesidad de proteger ese pequeño trocito de carne.
Ese día la humanidad comenzará su extinción.

Así que gracias Alberto (@pmarsupia) por ese TL empecinado, machacón y repetitivo. Gracias Mariangela (@mapaone ) por ese artículo y tantos otros que has escrito.

No dejéis de llorar. Es la manera en que tu cerebro (sí, tu cerebro, no tu corazón), te anima a hacer algo para remediar lo que tanto te hace sufrir. Cada uno encontrará su propio modo de hacerlo.


NOTA: No tengo permiso para usar esa imagen, no sé si lo necesito. No quiero infringir ninguna norma, ni tengo ánimo de lucro alguno. Por ello mantengo el pie de foto donde se cita al autor (creo) y he enviado un mensaje al medio del cual la he obtenido para que me den permiso/instrucciones para obtenerlo.
Si no puedo colgarla, la borraré, pero necesitaba que la vierais.

2 comentarios:

  1. Interesante reflexión, y muy acertada.
    No sé qué les pasa a los políticos europeos,
    que no hacen nada por los refugiados...

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    1. No son los políticos. O no solo los políticos. Ellos son nosotros, no son distintos y responden, entre otras cosas, a las preferencias de quienes les votan porque de lo contrario dejarán de votarles.
      Merckel ha sido castigada después de recibir más de 1 millón de refugiados. Suecia idem. Los que han mostrado respeto por sus leyes y acuerdos se han quedado solos. El resto de los países de la UE, se ha negado a cumplir sus pactos.
      La respuesta que le ha dado el electorado a los que defendieron los DDHH ha sido un crecimiento de los extremistas.
      Ninguna buena acción queda sin castigo dice el refrán. Alemania y Finlandia por ejemplo, se empeñaron en que Grecia cumpliera sus compromisos. El resto de los países de la UE fueron igual o más duros.
      Ahora Alemania se empeña en que el resto de países cumplan sus compromisos con los acuerdos sobre DDHH que han firmado y reafirmado. Y se ha quedado sola. Los que antaño fueron duros con Grecia, hoy pasan olímpicamente de aplicarse la legalidad vigente.
      No es la UE, son los Estados Miembros, uno por uno. Y esos Estados solo piensan en sus votantes, en sus nacionales, en sus elecciones.
      Queremos una UE común, compartida, de la cual sentirnos orgullosos, pero luego nos comportamos como un grupo que solo defiende aquello que le beneficia.
      No lo sé. Todo es tan complicado!
      Gracias por leer y comentar CTM.
      Un saludo.

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