Sub-cabecera

Citado en el libro "De qué hablo cuando hablo de correr" H. Murakami

sábado, 3 de agosto de 2013

El exorcismo

Decir que odias las duchas para lavarse los pies de la playa, no parece un principio muy estimulante para un post, pero tal vez sea verdad lo que decía Cioran, y escribirlo evite que cualquier noche me pierda e inutilice una dotación pública.

Tiene que ver con las banderas azules y no es potable (faltaría más!), me dicen, pero no entiendo que la limpieza y accesibilidad de una playa dependa de que todo quisque se lave los pies antes de sacar las chanclas al asfalto.

Por las tardes bajo con un libro, una camiseta, las llaves y una silla, a leer a la playa. No concibo mejor remedio a los males de este mundo, pero es la hora en la que muchos la abandonan y comienza el uso intensivo de los dichosos aparatos.
Ayer me levanté 4 veces a cerrar los grifos. Son pulsadores de tiempo que se atascan y no recuperan la posición original, por lo que el agua sale a chorro hasta que alguien se toma la molestia de desbloquearlo.

Me repugna el barrizal que discurre pendiente abajo hasta la orilla, me disgusta la actitud de algunos padres que ven a sus hijos jugar con ese agua durante horas y sonríen, cuando a escasos metros disponen de todo el Mediterráneo para chapotear y disfrutar. Me cabrea que, viviendo en un país de sequía crónica, mostremos tan poco respeto por el agua.

Un día me gustaría hacer un experimento: si quieres agua, echa una moneda de 20cts. Es una cantidad insignificante, pero creo que sería suficiente para hacernos conscientes de que el servicio tiene un valor.

Miro esa fila de personas esperando (¡!) y me pregunto cuántas de ellas considerarían tan necesarias esas abluciones como para pagar 20 cts por cada una de ellas.

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