Una de las mejores noches de mi vida, probablemente.
Todos necesitados de una catarsis de alegría y afecto mutuo. Exaltación de la hermandad, emails enviados a las 4 de la mañana con olor a ron, de esos que no se pueden borrar y que lees con regocijo y encogimiento del corazón, mientras aún estás bajo las sábanas.
Un domingo de noviembre que simula ser 1 de enero.