martes, 22 de diciembre de 2015

El bipartidismo light ha muerto. ¡Viva el bipartidismo hardcore! (Pequeño relato para conjurar pesadillas).



El 20 de diciembre votamos y al final del día seguí a través de twitter, televisión y radio el escrutinio. El resultado fue desconcertante en el sentido de que era algo a lo que nunca nos habíamos enfrentado. Creo que todos necesitamos al menos unas horas para procesarlo y decidir si nos gustaba o no lo que habíamos votado. Yo me acosté, a eso de las dos de la mañana, decididamente optimista.

Cuatro partidos, ninguna mayoría absoluta, cuatro bloques cada uno con fuerza suficiente como para no ser ninguneado. "Tiempo de pactos", pensé, igual hasta nos acostumbramos. A mi cabeza venían series como la danesa Borgen, tanto se ha repetido durante la campaña el ideal que supone Dinamarca, que la comparación era inevitable. Solo un pequeño detalle me inquietó, escuché a Pablo Iglesias que desde el escenario y sus 69 diputados (12 pertenecientes a En Comú Podem - Cataluña - 9 de Compromís-Podemos - CValenciana - y 6 de En Marea - Galicia) hablaba de Legislatura Constituyente.

¡Qué constituyente, ni constituyente! pensé, tendrás que decir lo que quieres cambiar, porque o mucho me equivoco, o la mayoría absoluta del PP en el Senado obligará a cualquiera a contar con él para realizar cambios de semejante calado. Deseché esos pensamientos que contradecían mi sentimiento general de esperanza porque por fin, los españoles tendríamos un sistema parlamentario maduro, con matices y consensos, y lo achaqué a la euforia del momento y la subida de adrenalina del que pasa de 0 a 69 y se siente el rey del mambo. Es normal, era una proeza.


Al día siguiente vi este tuit de Íñigo Errejón dando las gracias a sus votantes. No entendía nada. Estaban fundando un pueblo. ¿Un pueblo? Pero ¿de qué demonios hablaba? Pero qué extraño delirio les había poseído.
¿De qué pueblo habla? me repetía una y otra vez.
Que no, que hemos votado para que pactéis, para que se cambien cosas, para que haya consensos, contrapesos, y vigilancia mutua, para que nadie quede atrás, para evitar el rodillo que condena al pensamiento único y la frustración de expectativas. ¿Qué pueblo?
Plurinacional, patria, popular, democrática.

"Go home Íñigo, you´re drunk" - vete a casa Íñigo, estás borracho - me burlé imaginándolo de "after" tras la fiesta que debieron disfrutar.
Pero no solo él parecía de after, porque en las noticias, el propio Pablo Iglesias marcó las líneas maestras de lo que sería su estrategia de negociación.
Podéis escucharlo aquí y como seguro que ya lo habéis hecho, no os desvelo nada si os digo que sus primeras palabras y exigencia no fueron ni la Renta Básica, ni la Garantizada, ni siquiera ¡la cabeza de Rajoy!
Sorpresa, sorpresa.
La primera idea que desentrañó, a partir del 0.20 del vídeo, fue dirigirse al partido socialista para advertirle de que no iban a investir a Rajoy "ni por activa, ni por pasiva" y que si no entendían que "España es diversa y plurinacional...entonces lo que están diciendo los señores que mandan en el PSOE, están diciendo que van a entregar el gobierno al Partido Popular. Y la única manera de avanzar en esta transición, es entender que el diálogo y un nuevo compromiso histórico que asuma la diversidad, la plurinacionalidad de nuestro país..."
Es a partir del 0:55 cuando empieza a escucharse algo relativo a derechos sociales.
No quiere pactar con el PSOE. No quiere un amplio pacto de izquierdas donde pudiera siquiera asomar la cabeza el centro. No está dando la mínima oportunidad a Sánchez, porque sabe que el votante PSOE fuera de Cataluña, e incluso dentro, tiene serios problemas, cuando no un profundo rechazo, a plantear el derecho a decidir que está fuera de lo marcado por la Constitución Española, y más allá de argumentos jurídicos, hacerlo limitando el ámbito de decisión a la comunidad interesada. Transformando la soberanía nacional sobre la integridad del territorio, en la soberanía particular de la comunidad afectada.
No entendía nada, pero lo único que venía a mi cabeza es que Pablo Iglesias y su organización, estaban poniendo en primera línea los pactos formulados a las 3 organizaciones con las que había acudido a las elecciones.
Ese era el requisito para empezar a hablar y si el partido socialista lo rechazaba, entonces es que deseaba entregar el gobierno a Rajoy.
Mi sueño danés se rompió en mil pedazos.
Cuando uno desea llegar a un acuerdo y construir, no plantea algo que sabe que su adversario no tiene posibilidad de cumplir. Un cambio de semejante trascendencia, no requiere ya el consenso del PSOE (que jamás lo tendría) no, requeriría el acuerdo de Ciudadanos y sobre todo y por encima de todo, del PP (mayoría en el Senado). No lo iba a lograr nunca, ni el consenso, ni el objetivo, no en esos términos, entonces, ¿por qué lo planteaba como requisito previo? más aún, ¿por qué el rechazo a lo que el PSOE no puede cumplir supone que le entrega el gobierno al PP?
Quiere cargarse al PSOE, quiere asimilarlo en la mente de la opinión pública, al PP. Quiere cargar sobre los socialistas la culpa del fracaso de un pacto de izquierdas.
Me acosté muy preocupada y, como suele pasar en estos casos, soñé. Esto es lo que sucedía:

Aparecía Errejón, su tesis doctoral y su estancia en Estados Unidos, artículo que debí leer en algún momento en diciembre de 2014.
 “Llegó con unas ideas un poco leninistas”, dice el profesor. “Cuando estuvo aquí se interesó más por cuestionar la idea de que un Estado siempre es mejor cuando está centralizado. Iñigo tendía a tener esa perspectiva”. La principal área de investigación de Agnew son los separatismos en Europa. “Cuando llegó no creo que tuviera ideas muy articuladas (sobre el nacionalismo) pero cuando se fue había entendido que los Estados no son solamente unos entes asociados a la distribución”.
Surgían las promesas a los grupos de confluencia, promesas que no podían cumplir porque dependían de un cambio constitucional con las mayorías aplastantes que requiere el trámite, pero que se planteaban de forma ineludible.

Detrás, como un espectador, aparecía la figura de Rajoy, inmóvil, con esa manera de no moverse tan suya, que hace que todo se precipite a su alrededor, pero esta vez aguantaba la respiración. Estaba esperando que Podemos engullese al PSOE y se convirtiera en partido hegemónico, sí esa palabra tan usada durante las elecciones europeas, de la izquierda. Porque entonces, él y su partido, el PP, no tendrían que hacer nada para destruir a Ciudadanos.

Ambos plantearían imposibles y el tiempo correría hasta que la convocatoria de nuevas elecciones fuera inevitable: Podemos con el derecho a decidir y Rajoy permaneciendo e impidiendo que una figura menos cargada de mochilas en su partido, asumiera el liderazgo.

Sí, a ambos les interesaba esta estrategia, porque se vota mejor contra otro, contra un enemigo que representa la corrupción y la "derecha rancia", o la "locura secesionista" y la "ruina económica" según el punto de vista de cada votante.
Es incómodo tener un adversario indefinido que no ideologiza tanto al votante, que puede llegar a aceptarte propuestas y ofrecerte pactos que no puedes rechazar sin demostrar tu sectarismo.

Iríamos a elecciones (Podemos ya ha dicho que no le disgusta la idea) y se polarizaría y radicalizaría el discurso. Se tensaría al electorado, obligando a la sociedad a darle utilidad a su voto.
Y sucedía entonces que los dos dirigentes peor valorados por la sociedad en el CIS de diciembre, se quedarían solos, uno frente al otro y desaparecería la posibilidad moderada, el centro y la socialdemocracia. Cualquier elemento de puente entre dos posturas extremas habría sido borrado del mapa. Habrían aglutinado en torno a dos polos opuestos, al grueso de la población. Habíamos matado el bipartidismo light, para caer en los brazos del bipartidismo hardcore.


Una mano me agitó el hombro. "Despierta, es una pesadilla". Asustada encendí la luz. En sueños había gritado "¡No era eso, no era eso!".

3 comentarios:

  1. Muy acertado tu análisis. Lo comparto....

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  2. Gracias José. Dicen que si cuentas una pesadilla, la conjuras. Ojalá sea cierto.
    Un abrazo.

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  3. Yo he votado a Podemos, y las declaraciones de Pablo Iglesias en estos días coinciden totalmente con lo que has dicho. Un jarro de agua fría para mí y para el resto de votantes que pensábamos que sería una etapa de negociaciones y acuerdos entre el resto de partidos, y no de "líneas rojas infranqueables".

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