jueves, 23 de julio de 2015

El cuadro impresionista de la pobreza

Autor invitado: @Demostenes_av


Los últimos días ha habido una cierta polémica acerca de dos artículos de Joaquín Leguina, primero en El Mundo, luego en El País, con una aparición televisiva en La Sexta entre medias. En los tres casos ponía en duda la fiabilidad de las estadísticas sobre pobreza, a menudo presentadas por ONGs.

Como suele pasar en estos casos, en mi no experta, aunque creo que válida, opinión, el señor Leguina tiene parte de razón, y en parte se equivoca. Personalmente, no me cabe la menor duda de que las estadísticas son correctas. Otra cosa muy distinta es la labor de comunicación que se hace con ellas.

Parte del problema es lo que se llama “Falacia de composición”. Para entender un mundo complejo, los humanos tendemos a hacer simplificaciones de lo que nos rodea. Y a veces, eso nos puede jugar malas pasadas si simplificamos en exceso. En particular, solemos hacer generalizaciones como si grupos extensos de personas fueran homogéneos, cuando en realidad no lo son. Tomamos el todo como si fuera más de lo mismo de una de sus partes. Eso explica en parte los prejuicios contradictorios sobre ciertos grupos. Por ejemplo, para algunos los empresarios (todos) son malvados explotadores, mientras que para otros (todos) son verdaderos héroes generadores de puestos de trabajo… No es que un prejuicio sea correcto y el otro no. Más bien, se trata de grupos extensos en los que hay de todo y uno puede encontrar ejemplos tanto de una postura como de otra (aunque no siempre en la misma proporción, claro está). Lo que es incorrecto es generalizar a todos  los miembros del grupo como si fueran iguales, cuando no es así. Dejarse llevar por un prejuicio, positivo o negativo, es correr el riesgo de convertir al otro en alguien que no es.

Foto por Jan Truter, via Flickr (Creative Commons)

En este caso uno piensa en “pobres” y quizá le venga a la cabeza alguien viviendo en la calle y sin recursos, como las personas de la foto. A alguien quizá le sugiera alguien a quien le cortan la luz o el agua. Otra persona incluso pensará en simplemente no poder tomarse una caña en un bar, o irse de vacaciones. Y aquí está el problema. Es muy difícil definir qué es ser “pobre” de una forma en la que todos estemos de acuerdo. A ello se le añade que la información y las medidas que hay disponibles son todas imperfectas. Algunas, de hecho, muy imperfectas, con ejemplos de falsos positivos. Lo que no quiere decir sin embargo que no sea información útil y relevante, sobre todo tomada en conjunto.

¿Hay un 22% de pobres en España? Decir rotundamente “si” es probablemente falso. La respuesta más honesta que puedo dar, y hasta donde yo sé, que tampoco es tanto, es que depende de a que se refiera uno con “pobre”. Si estamos pensando en personas sin ingresos ni hogar, con toda seguridad no. Si pensamos en una definición mucho más “ligera” y general de gente con pocos ingresos que pasa apuros económicos, posiblemente sea una aproximación que no ande muy desencaminada, pero perderemos de vista la gravedad de la situación de los primeros. En cualquier caso, si intentamos describir una situación compleja como si todos los afectados fueran iguales, acabaremos con una imagen bastante alejada de la realidad. Lo que sabemos no proviene de mirar un gran número redondo, como 22%, sino distintos tipos de estadísticas, que van dando pinceladas que no siempre coinciden perfectamente, pero dibujan en líneas generales un mismo cuadro impresionista que observado desde una cierta distancia proporciona una imagen bastante clara.

La crisis se ha cebado especialmente en los sectores de la población con menos ingresos. Más allá de donde pongamos el umbral exactamente, la pobreza, en un sentido amplio, está aumentando en España, la gravedad de la situación de quienes ya tenían dificultades se está acrecentando, y hay poca controversia al respecto. Como me decía esta mañana en Twitter el sociólogo Pau Mari Klose, una veintena de indicadores apuntan en la misma dirección de forma consistente. Y esto es lo que Joaquín Leguina, incluso estando quizá de acuerdo, omite mencionar en sus artículos.

Ello no implica que la labor de comunicación de estas estadísticas esté exenta de crítica. Leguina tiene parte de razón en que a menudo se usan brochazos gordos y un tanto arbitrarios para simplificar en exceso una situación llena de matices y que parezca aún más grave de lo que ya es. Habrá quien justifique esta estrategia como una forma de movilizar a las masas en favor de una causa que se considera justa. Personalmente, yo prefiero tener una imagen más fidedigna de la situación, aunque sea a base de pequeñas pinceladas imperfectas, porque de lo contrario acabaremos aplicando las recetas equivocadas sobre un borrón difuso y con poco parecido con la realidad. No es posible darles de todo a todos, simplemente porque no tenemos los recursos para ello. Además, no todas las personas con problemas económicos necesitan una casa, ni todas pueden aprovechar un trabajo, o les solucionas los problemas con una prestación. Sólo haciéndonos una idea detallada de cuáles son las necesidades reales de la gente a nuestro alrededor podemos aspirar siquiera a ayudarles de forma efectiva. De lo contrario acabaremos intentando ayudar no a esas personas, sino a una caricatura de las mismas que sólo existe en nuestras cabezas. Y todo por no ser capaces de hacer el esfuerzo mental de ver que el mundo es más complicado y diverso de lo que nos gustaría pensar. 

3 comentarios:

  1. Muy de acuerdo con el planteamiento. Muchas veces nos dejamos influir por nuestros prejuicios y entendemos lo que nos viene bien entender, lo que queremos vender o simplemente lo que queremos escuchar.

    Buen fichaje :)

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    1. Demóstenes24/7/15, 14:43

      Gracias José Luis, por la parte que me toca :D

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  2. ¿A que sí? José Luis a ver cuándo te animas tú ; )

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