Puedo estar fabulando, pero creo recordar que fue un economista sudamericano el que dijo que la xenofobia surge cuando se compite por los subsidios.
Y no puede venir más al caso, que al episodio de Igualada que relata Ana Pastor en este artículo.
Hace muchos años, en París, una emigrante española accidental, decidió ir a la peluquería antes de acudir a una fiesta a la que había sido invitada.
En su provinciana ignorancia, tenía a los vecinos por su tópico y los consideraba a todos elegantes y vanguardistas. Así que la españolita deslumbrada, pidió hora en una peluquería cualquiera para tratar de estar a la altura.
Su conocimiento del idioma era prácticamente nulo e interpretó mal la hora que le dieron por teléfono. Cuando acudió a su cita se encontró con un peluquero malhumorado al que apenas entendió. La única conclusión que sacó en claro era que había llegado tarde y que a ese hombre no le gustaban las personas que venían a su país sin conocer el idioma, a saber con qué intenciones.
Para su fortuna, dentro de la sala le atendió otra persona. Un peluquero divertidísimo que pasaba los veranos en Sitges, y que al igual que ella misma, se creía todos los tópicos (buenos) en este caso, sobre las españolas.
La peinó como a una reina sin cesar de soltar "olés" y se despidió deseándole que disfrutara de su fiesta y deshaciéndose en elogios de "ese país maravilloso" que era España. Cuando uno desea comunicarse es muy difícil no hacerse entender.
Al llegar a la salida, a la españolita se le encogió el estómago ante la perspectiva de tener que tratar de nuevo con el individuo grosero.
Él le espetó una cantidad y sin tiempo para verificar si ella le había entendido esta vez (como efectivamente había ocurrido) le señaló la cantidad en un papel.
Ella entregó un billete que aproximadamente doblaba la cantidad solicitada y añadió "merci"
Él, triunfante, comenzó a gesticular. De nuevo se demostraba su teoría.
Ella le sonrió y añadió: Ça va, ça va bien.
Y la expresión que se dibujó en su cara, valió cada franco que dejó de propina.
Eran los años del franco y la peseta, ahora son los de los alimentos. Antes eran otros, ahora somos nosotros.
La xenofobia es muy barata, se compra con dinero.
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