lunes, 14 de abril de 2014

¿Nos fiamos de las instituciones? Solidaridad, Caridad o Fraternidad

Ayer escuché decir a Marta Arias Directora de Sensibilizacion y Politicas de Infancia de UNICEF España, en el programa El Objetivo destinado a Pobreza Infantil, lo siguiente:
"La mayor solidaridad es la que nos damos a todos a través de las instituciones"
Respondía en parte al Padre Ángel, de Mensajeros por la Paz, que explicaba cómo las familias, entendiendo por familia a todo aquel que quiere y se preocupa por las necesidades de esos niños, estaban haciendo un esfuerzo ímprobo y habían creado una red de protección que evitaba que los dramas fuesen todavía mayores, se mostraba muy esperanzado al ver cómo la sociedad respondía más allá de lo esperado.
Podría parecer que el hecho de que seamos una sociedad en la que unos cuidamos de otros, da margen a la administración para delegar la resolución de los problemas.



Hoy he escuchado un programa antiguo de Jordi Évole. Diciembre de 2012. Jaime Sierra, presidente del Banco Solidario de Alimentos de Valencia y Gustavo García director de la Casa de Amparo de Zaragoza también aludían a esta cuestión.
Jordi Évole preguntaba al primero, si no preferiría que los voluntarios que atienden ese banco solidario no fueran tales sino personal contratado por la administración. Respondía que no, que la experiencia en otros casos había demostrado que no funcionaban igual de bien las cosas. Gustavo García le respondía en una línea similar a la de Marta Arias, que he citado más arriba.

Este tema me interesa muchísimo de una forma personal, porque cuando inicié la campaña por la reutilización de libros de texto, elegí dirigirme a mi administración para que fomentara e implantara su uso de manera generalizada por vía legislativa. Le había dado vueltas al tema y me parecía contraproducente e indeseable que las familias, los niños, tuvieran que apuntarse en listas y demostrar condiciones a cual más humillante para ellos, para tener derecho a beneficiarse de los libros "obligatorios". En este sentido, muchas políticas (quiero pensar que bienintencionadas), hacen eso. Aportar cantidades insignificantes de recursos y obligar a los centros a elegir a los más desgraciados entre los desgraciados, para dárselos. Con el agravante de que el niño que llevase los libros reutilizados sería automáticamente identificado por sus iguales. No, los libros, como la comida escolar, han de ser un sitio de igualdad, donde los niños no sean más que niños, y aquello que les haga distintos no derive de otra cosa más que de la maravillosa variedad que es el ser humano.

Mi inquietud es la siguiente, si como individuos somos dignos de elogio, si cuando hay una situación de necesidad estamos ahí, si respondemos más allá de lo esperado, ¿por qué como parte de un estado, como sociedad civil organizada, no hacemos lo mismo?

La única explicación que se me ocurre es que no confiamos en las instituciones. Nos fiamos de aquel que con su implicación y generosidad personal, nos da muestra de fiabilidad. Y lo llamamos caridad.

Caridad (Actitud solidaria con el sufrimiento ajenoes una palabra maravillosa, que desgraciadamente hoy tiene connotaciones peyorativas para muchas personas, se asocia con suficiencia, con dar lo que nos sobra, con la religión.
Muchos prefieren el término solidaridad (adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros). Otra palabra preciosa que también la ideología se ha encargado de llenar de connotaciones, y por último el término más neutro, la fraternidad, el amor entre hermanos o entre los que se tratan como tales.

A mi me da igual, si he de elegir me quedo con la tercera, por la capacidad de identificación con el otro como si fuera parte de nuestra familia.

La única condición que permitirá pasar de la fiabilidad individual, del voluntariado como pilar de muchos servicios que deberían garantizar los servicios sociales, es que las instituciones sean confiables. Fiables tanto en la asignación de los recursos, como en la supervisión de los resultados.
¿Si como individuos somos fraternales, por qué no queremos una sociedad así?

Un conocido me planteaba ayer una duda, no sabe si no beneficiarse de una desgravación en la renta, que le corresponde pero que no necesita, o aplicarla y calcular cuánto se ahorraría y destinar esa pequeña cantidad a una ONG.
¿Y por qué tiene esa duda? Pues sencillamente porque de la ONG se fía más que de su administración.

En cualquier caso, nunca desearía una sociedad sin voluntariado. Ojalá no hiciesen falta a los demás, ojalá solo tuviesen que existir para mejorar al propio individuo.

1 comentario:

  1. Cuanta razón y qué pena que realmente sea así. Demuestra que sigue habiendo una profunda grieta entre sociedad y estado

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