Advertencia al lector: si no has visto la película y deseas hacerlo, deténte aquí. Seguir leyendo puede estropeártela y hacerte ver cosas que es posible que no hubieras apreciado, y dejar de ver otras que yo no haya descubierto. Quedas avisado.
Voy a hablaros de "Zootrópolis", una fábula maravillosa. Una película de niños, de mayores, de ancianos. Una crítica política, una historia hilarante y terrorífica. De valor, de humanidad. Una fábula larga, un producto del genio y de la inteligencia.
En ella nada es casual y las sutiles referencias permiten múltiples lecturas según el bagaje del espectador. Mi hija de siete años no vio lo mismo que la de doce. El padre y la madre, tampoco.
Zootrópilis representa el éxito de la civilización, la convivencia pacífica entre los diferentes, la superación de los instintos primarios. Es una sociedad donde depredadores y presas han pasado a ser ciudadanos y la razón ha colocado un fuerte corsé a la biología.
En Zootrópolis una coneja puede llegar a ser policía con su esfuerzo y determinación, superando el machismo y los prejuicios que subyacen de fondo. Puede también, hacerse íntima amiga de un zorro, su enemigo natural, aunque durante casi todo el film lleve en el cinturón, un espray "antizorros".
Cada personaje tiene las virtudes y los defectos que los tópicos les achacan. Los conejos son amorosos y miedosos. Los zorros, sagaces y peligrosos. Las ovejas, bobas e inocentes de tanta bobería que arrastran. Los carneros belicosos, los elefantes tienen buena memoria y los lobos... los lobos aúllan porque está en su naturaleza.
Prácticamente todos los tópicos son desmontados y afirmados al tiempo. Zootrópolis no pretende estar en posesión de la razón, tan solo muestra que la verdad y el sentido común no son inmutables ni infalibles, que refranes y estereotipos contienen tanta verdad como mentira. Y se ríe y se los toma en serio.
¿Qué animal elegirían para representar a los funcionarios? Si se han respondido a esa pregunta sepan que ese juego humorístico empapa toda la historia, el agresivo por excelencia es un hippie absoluto y el "de la memoria de elefante" está desmemoriado pero no se pone en duda porque ¡es una elefanta!
Pero lo más llamativo de la historia es el trasfondo político de la trama y el análisis de las consecuencias que sobre la personalidad de los protagonistas tiene. Hay un momento concreto en que el éxito destruye a la protagonista, aquel en el que es consciente de que tratando de hacer algo bueno, y teniéndo éxito en su empeño, tan solo ha logrado dividir y destruir la convivencia pacífica de su sociedad. Esa situación en la que tener razón y demostrarlo es una estupidez inmensa porque causa un daño irreparable. La gran tragedia es el conocimiento, decía Antonio Damasio. El que no haya sentido ese vértigo alguna vez, es que no ha intentado nunca nada.
Y es una película sobre los grandes malvados de una sociedad. Aquellos que en su ansia de poder, unas veces, en su erróneo concepto del bien y del mal otras, o por pura prepotencia, las más de ellas, juegan a controlar y utilizar los miedos atávicos y la prevención razonable ante el peligro de la pérdida de libertades y valores tan duramente conseguidos.
Son los pastores en la sombra, que en una ironía más, acaba siendo una oveja, la que calcula que las presas, las víctimas, los débiles, son la mayoría y que no hay mejor estrategia que encontrar a su enemigo y presentarlo ante ellas.
Pero es Disney, así que no se preocupen, todo acaba como deseamos en nuestros sueños. Los malos son desenmascarados y encarcelados. Los tramposos pierden las elecciones y cada uno puede elegir la forma en la que desea vivir su vida. Es la nueva versión del sueño y el espíritu americano: libertad para ser un elefante aunque seas un zorro, posibilidad de llegar hasta donde te lleve tu esfuerzo personal y tus sueños, fraternidad y riqueza de vivir con los diferentes.
Yo veía un clarísimo "in you face!" a Trump y su política de siembra de terror hacia refugiados e inmigrantes, pero también a todos nosotros, europeos, por nuestra cobardía y reparos. Y veía, como española, un reflejo de lo que llevamos cierto tiempo sintiendo a nuestro alrededor en una escala mucho más cercana. Creo que nuestra historia nos da suficientes pistas como para ser prudentes y temer mucho más al que quiere salvarnos de un mal "horrible", que al propio mal horrible.
Y esa es la moraleja que extraje de esta larga y maravillosa fábula: no nos fiemos de los mesías, desconfiemos de los que siembran la discordia. Es, en definitiva, un canto al término medio, a la cesión, la tolerancia y la democracia. Es una película que le gustaría mucho, mucho a Pablo Suanzes
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