Durante mucho tiempo tuve la foto de un bebé camboyano sentado en una cama blanca, como fondo de escritorio. Dos ojos enormes me miraban.
Hacía poco que había nacido mi primera hija, y el artículo y sobre todo, aquella fotografía, me habían conmovido hasta la médula.
Me preguntaba qué habría sentido el reportero al hacerla. Si, a través de su objetivo, esos pequeños ojos inmensos le miraban como a mi. Y si lo habían hecho, cuánto le habría costado marcharse de aquel lugar.
Ayer tuve oportunidad de escuchar al ganador y a los tres finalistas del Premio Luis Valtueña (1) de fotografía humanitaria, que organiza cada año Médicos del Mundo, y con éste, ya son 18.
Era una buena ocasión para ver la exposición, pero sobre todo esperaba poder oírles hablar de los ojos que les miran cuando capturan esas imágenes y no otras.
Escuché a Palazón, ganador del concurso con sus "Paisajes de desolación" explicar cómo gritan "Allahu Akbar" cuando suben a la valla.
José Palazón. Ganador. "Paisajes de desolación" |
No, no es un grito amenazante. Es una súplica, un "Dios mío, ayúdame", que diríamos nosotros, en ese momento en que crees que cualquier cosa puede sucederte.
Le escuché hablar de noches de guardia para ilustrar cosas que las sociedades ricas deben conocer. El modo en que lo hacía, era el de alguien que llora y se indigna a través de cada fotografía que toma.
También escuché a Kudacki, primer finalista, contarnos qué se siente cuando asistes a entre 1 y 4 desahucios a la semana durante dos años. Cuando en uno de los momentos más terribles, te infiltras con una cámara y los protagonistas te permiten dejar constancia de su sufrimiento.
Y a Williams, que con su serie "Hotel de las estrellas" había resultado 3er finalista. Dio las gracias a los invisibles - también los llamamos así Manuel Bruscas y yo entonces - a los que había fotografiado, a Lourdes, que estuvo y ya no estaba. A esas personas a las que no queremos ver, pero que cada noche duermen en nuestras calles, abrazadas a sus almohadas hechas con ropa.
Se conformó con que sus fotos logren que lo cotidiano deje de parecernos normal.
Y escuché, sobre todo, a David Rengel hablar del "Turismo sucio".
Habló de Camboya, del basurero de Siem Reap, donde cerca de 20 menores trabajan con sus familias. Hasta allí había ido para retratar el trabajo infantil.
Nos explicó, con la voz entrecortada por la emoción, lo espantoso de sus fotografías.
El turista que no va a ayudar, que baja de un autobús y con una mascarilla para evitar el tremendo olor, roba la dignidad de esos niños - una vez más - a cambio de unos caramelos.
Nos contaba David que a ellos no les gustan los turistas pero se aguantan para no perder su trabajo.
Esos autobuses son parte de una ruta turística.
Y decía David que era horroroso banalizar así el mal, y se preguntaba, todavía sin comprender lo que su cámara había capturado, qué clase de persona podía ir hasta allí para hacerse una fotografía con un niño en esas condiciones.
"El mayor mal está en los actos que parecen inocentes a los ojos públicos" terminó.
Yo miraba sus fotografías y veía al chaval, desafiante sobre su montaña de desperdicios, con la pala a modo de arma. A la niña que castiga a la cámara con su indiferencia. Entre ambos, el turista que hace el signo de la victoria, mientras dos objetivos lo retratan.
El más cercano, ríe. El otro, llora.
(1) Luis Valtueña (1965-1997) fue un fotógrafo colaborador de Médicos del Mundo, asesinado por un grupo de milicianos hutus en Ruanda junto a otros dos cooperantes: el médico Manuel Madrazo y la enfermera Flors Sirera.
Cada año la organización convoca un concurso de fotografía humanitaria en su recuerdo y en el de Mercedes Navarro, asesinada en Mostar en 1995, mientras ayudaba a la población víctima de la guerra de la ex -Yugoslavia.
La exposición se puede visitar hasta el 1 de febrero en el espacio CentroCentro, en la Plaza de Cibeles 1, en Madrid. Además de los premiados, podréis ver el magnífico trabajo de Sergi Cámara, cuya serie "El muro de Europa" me dejó la boca abierta y el corazón encogido.
Id, merece la pena.
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