Acabo de leer un artículo en el periódico El País. Se llama "Lecciones contra el horror". Me ha impresionado tanto que inmediatamente he querido saber más.
He accedido a la fuente y estos 9 minutos de vídeo me han devuelto la esperanza.
Pensaba en cuando mi madre, caballa y católica (Ceuta), me contaba que sus mejores amigas de niña eran una musulmana y una judía. Cada una celebraba un día, cada una rezaba en una lengua, pero eran las mejores amigas jugando a los juegos comunes, las piedras, el truque...
Pensaba en lo estúpido que parece todo lo que veo por aquí: educar separando niños y niñas, hacer de la lengua un obstáculo en lugar de un puente, instrumentalizar la educación a través de la financiación.
Todo se resume en lo mismo:
la mediocridad de sociedades e individuos que utilizan el poder que la educación otorga para ahondar en las diferencias.
Cuando era joven pensaba que debería existir un infierno especial para aquellos que pudiendo ejercer una influencia benéfica sobre muchos otros, la utilizaban para dañar, a veces irremediablemente, a otra generación. Aquellos que conociendo las consecuencias de sus actos, elegían sacrificar a muchos en aras de un ideal personal. Aquellos que consideraban como un mal necesario el odio de unos años, creyendo que podrían controlarlo y utilizarlo. Aquellos que adoctrinan utilizando a las personas como herramientas al servicio de sus propias ambiciones de grandeza.
Ellos, los más miserables.
Y tras leer el artículo pensé que debería haber un cielo especial para esos valientes que, como los padres del vídeo, deciden llevar a sus hijos a esas escuelas donde musulmanes, judíos y cristianos aprenden juntos. Donde la historia deja de ser una razón de conflicto para convertirse en un motivo de entendimiento.
Hay que ser muy valiente para elegir eso. Hay que querer mucho a los hijos para vivir con el miedo a que quieran cambiar ciertas cosas.
Tal vez su recompensa sea la nuestra: una sociedad donde los ciudadanos vean en sus vecinos al compañero del patio antes que al árabe o al israelí.
Ojalá triunfen...
Tal vez su recompensa sea la nuestra: una sociedad donde los ciudadanos vean en sus vecinos al compañero del patio antes que al árabe o al israelí.
Ojalá triunfen...
Los niños siguen siendo la esperanza, pero necesitan padres que les den la oportunidad de hacer mejor las cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario