Me está costando mucho escribir esta entrada. Llevo cuatro días dándole vueltas al asunto y tres borradores descartados.
No consigo sintetizar correctamente lo que quiero decir, hacerlo con la claridad suficiente para evitar ser malinterpretada por mi falta de soltura en la escritura. Sé que muchas personas estarán en total desacuerdo con lo que trato de decir y otras me malinterpretarán, por eso este esfuerzo, para que si lo hacen, no sea exclusivamente por mis carencias.
Lo que he visto últimamente me ha hecho pensar y lamentar profundamente el déficit de objetividad que tenemos en España. Ignoro si es algo propio o pasa en todo el mundo, vamos, si es cosa del supuesto carácter español o inherente al ser humano. La sensación que tengo es que somos más "fans" que ciudadanos y que aceptamos y defendemos con demasiada alegría las ideas del grupo al que creemos pertenecer, renunciando muchas veces al esfuerzo que supone ver las cosas con ojos nuevos y cuestionarnos aquellas ideas que dimos por sentadas hace mucho tiempo.
Una entrevista dura, de una periodista singular a la líder de un partido político. Dos mujeres muy intensas, muy interesantes y para mi, muy valientes. Retuiteé, como hago habitualmente, todo el programa y al tiempo asistía a los comentarios de partidarios y detractores de una y otra. Y me entristeció, porque en esas supuestas críticas y opiniones veía afectos y desafectos más o menos educados y groseros, pero no vi dos cosas que para mi eran las únicas realmente importantes en este tipo de entrevistas:
La periodista hizo su trabajo, puso en aprietos, necesarios para los ciudadanos, a la líder de un partido político. Le hizo preguntas difíciles en un formato en el que el tiempo apremia. Eso no es maldad, es dar oportunidad a un político de mostrar su valía, de aclarar cuestiones que importan a muchas personas. Puede hacerlo mejor o peor, pero esas características deberían encontrarse en cada entrevista política.
La entrevistada fue valiente, accedió a acudir a un programa, a una entrevista, que sabía sería muy dura, se expuso y dio sus explicaciones sin rehuir ninguna pregunta formulada. Pueden habernos convencido más o menos sus respuestas, pero es refrescante, es una muestra de respeto a los ciudadanos, que acuda y aguante el tipo con elegancia.
Estas dos mujeres actuaron conforme a lo que se espera de ellas en su trabajo. Y por ello las respeto.
Si no queremos que formulen preguntas difíciles, que pongan en aprietos a nuestros administradores. Si no queremos que los políticos se vean obligados por la opinión pública a dar la cara, siempre, a responder a los medios aunque no vayan a quedar estupendos, deberíamos decirlo. Deberíamos dejar claro que como ciudadanos, queremos que hablen bien de los nuestros, y que si hay riesgo de quedar mal, queremos que nuestros líderes se escondan y no den la cara.
Si queremos esto, es que hemos dimitido de nuestra inteligencia y juicio crítico, que lo hemos regalado y renunciado, que no deseamos saber más de lo que ya creemos saber. Si esto queremos, asúmamoslo, no somos ciudadanos, somos un club de fans.
Tras todo lo anterior leí una entrada en el blog de Jesús Alfaro. Este es otro ejemplo de cómo en el mundo académico se reproducen estos esquemas del fenómeno "fan". Por resumir brevemente lo que ahí se produjo, diré que el profesor Alfaro realizó un crítica feroz, como él mismo reconoce, al trabajo de una colega (Carmen Alonso). La autora del trabajo, respondió a semejante crítica en un tono también duro. Jesús Alfaro, publica puntualmente dicha respuesta en el mismo sitio donde publicó su crítica. Muchas personas no entendieron la importancia de este mensaje y se limitaron a alegrarse por el rapapolvo de uno y/o otro.
Yo me quedé asombrada y gratamente sorprendida por lo que considero una actuación ejemplar más allá de las formas, siempre mejorables. Ambos dejan absolutamente claro el respeto y afecto intelectual que sienten uno por el otro, y con ello es evidente que emitir dicha crítica es, en sí mismo, un acto de respeto, porque ninguno de los dos se molestaría en dedicar su tiempo y conocimientos a analizar el trabajo de otra persona, si no considerasen que tiene mucho valor.
Criticar, debatir, preguntar, siempre debería ser un acto de reconocimiento de valía. Una muestra de interés del otro, una oportunidad para aprender. El que no esté dispuesto a aprender algo de aquel con quien inicia un debate, debería abstenerse de participar, porque nuestro tiempo es demasiado valioso para asistir a una mera campaña publicitaria de ideas absolutamente conocidas y repetidas hasta la saciedad.
PD: La entrevistadora era, como seguro habréis deducido, Ana Pastor. La entrevistada, Rosa Díez. Y me entero en estos momentos que hoy se repetirá la situación con Alfredo Pérez Rubalcaba. Estoy segura que será una entrevista difícil, y me alegraré de tener oportunidad de escucharla. Si no es así, o si el sr Rubalcaba no da la cara, me comeré todas mis palabras.
Buen artículo. De los que da gusto leer. Enhorabuena.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo.
ResponderEliminarMuchas gracias a los dos, por leerlo y por decirlo.
ResponderEliminarElena, me estoy haciendo muy fan tuya ;)
ResponderEliminarTienes razón, no somos nada objetivos!
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