Espera hasta que entran en el ascensor. De pie en el umbral de la puerta, en tiempos, sujetándola, ahora posiblemente sujetándose a ella.
Antes bajaba hasta el coche o la parada del autobús.
Se mantiene allí viendo cómo se cierra la puerta del ascensor, porque no importa que la luz del portal se encienda sola con el movimiento, eso es un invento nuevo, durante muchos años se apagaba antes de que el ascensor llegase a la planta baja, y él sabe que da miedo salir a oscuras.
Y cada vez resulta más difícil irse viendo esa silueta. La imagen del lugar al que siempre puedes volver. La silueta de la persona que convirtió esa puerta en un refugio seguro.
Hay gestos que son enormes declaraciones de amor.
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