viernes, 10 de mayo de 2013

Vecinas

Ya hace un año que fue operada y esta mañana he recibido un mensaje suyo recordando tan señalada fecha. Tan solo quería mandarme un beso y darme las gracias por "hacer que hoy me encuentre bien". Tan solo...

En realidad me da las gracias por un pastel con cabello de ángel que ni siquiera estaba bueno. Por pasarme un rato sentada en su sofá, por reírme con sus cosas y engordar de forma solidaria mientras  hablamos de ropa interior horrorosa y otras delicias propias de lo maravilloso que es ser mujer.
Me da las gracias por hacer que hoy se encuentre bien, ella, que aplica todo lo que ha sufrido para ser mejor médico y ayudar a otras mujeres a que estén más tranquilas, más seguras y más acompañadas. Y yo me maravillo de que un pastel experimental de cabello de ángel tenga efectos tan poderosos.

Hasta ahora sólo los macarrones con tomate tenían ese capacidad. Los preparó para mi hija mayor otra mujer. La que cuando te pones de parto en plena noche, envuelve a tu única hija hasta el momento en una manta y cuida de ella como si fuera suya. Y la lleva al cole al día siguiente, y la recoge. La que no deja que el padre se vaya sin cenar cuando pasa por casa a ducharse y cambiarse de ropa.

Hay mujeres que son como medicamentos. Se aplican por la noche cuando asaltan miedos e insomnios, y basta acercarse a ellas un rato en el soportal, hablando bajito y compartiendo un cigarrillo prohibido para que todo se vuelva un poco más leve. También sirven para reducir el estrés, cuando el trabajo y el resto de la vida colisionan, o la propia vida te pide dos cosas a la vez en sitios distintos.
No importa que te hayas ido a vivir temporalmente a la otra punta del mundo. Este club de los prodigios no da de baja a sus socios por esas minucias, y siguen ahí para que cuando vuelvas, sea por vacaciones o para quedarte, puedas reintegrarte con todos los derechos intactos.

Pensaba en estas cosas cuando escuché por la ventana una voz infantil que desde el patio y a gritos, pedía a su madre que tirara "galletitas" para otra niña que todavía no había merendado. Tan pequeñas y ya repiten los patrones de sus madres, cuidando unas de otras.

Las he visto ayudarse casi sin darse cuenta, partiendo del principio que esas cosas no hay que agradecerlas. 

La casa en la que vives puedes haberla elegido, a los que viven junto a ti, no.

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