jueves, 28 de marzo de 2013

#NecesitoCambiaros

Pocas frases me han parecido nunca tan revolucionarias como la que he leído en la conversación que Ana Pastor ha mantenido con una mujer extraordinaria (1). Se llama Somaly Mam.

«Necesito cambiaros, que no sintáis placer al pegar a una mujer»

Así. Esas sencillas palabras dirigidas a un auditorio de militares entre los que se encontraban algunos que la habían violado y golpeado. Nada más que añadir.

Cuando era adolescente, (y como es propio y necesario en la edad) vehemente y un tanto radical, cada vez que tenía conocimiento de alguna barbaridad cometida contra las mujeres, gruñía airada: "tendríamos que ir un ejército de mujeres y acabar con eso". Pensaba que ser derrotados por las propias mujeres, supondría un plus de humillación para aquellos que nos despreciaban y una dosis de orgullo para tantas que habían terminado por interiorizar sus mentiras y repetirlas en sus hijas. Era una venganza cruel y satisfactoria.

Vivir unos cuantos años te atempera y en el mejor de los casos te hace un poco más sabio. Rebajas tus expectativas sobre todo y todos, hasta que llega una mujer como Somaly.

Necesito cambiaros, necesito cambiaros. Esa frase da vueltas en mi cabeza.

Me hace ver que la venganza tal vez aplaque el alma propia por un tiempo pero si de verdad quieres lograr cambiar la vida de los demás has de hacer algo mucho más difícil. Ella sabe que para salvar a esos miles de niñas de la prostitución y darles una oportunidad como seres humanos hay que educarlas, a ellas y a sus torturadores. 
Y ese es un cambio permanente y contagioso. Un cambio definitivo e imparable. Esa es la invasión de mujeres que necesita el mundo.

Hay preguntas que necesitan ser hechas porque es imprescindible difundir respuestas como esta.

PD: Hoy otra mujer ha sido asesinada. Por ser maestra. Por enseñar a las niñas. Se llamaba Shahnaz Nazli. Hoy otra vez  #NecesitoCambiaros. Gracias Somaly. Gracias Ana.

(1) Publicada en El Periódico domingo 24 de Marzo de 2013




lunes, 25 de marzo de 2013

Un cuento

Tengo fundados motivos para creer que la próxima generación será mucho mejor en todos los aspectos, que la nuestra. Tengo una enorme fe, en su capacidad para cambiar las cosas y ver el mundo desde una perspectiva más tolerante y respetuosa con lo que les rodea. Y si alguna vez me desanimo y pienso que está todo perdido, me basta con leer alguno de los cuentos que escribe una preciosa niña de 9 años (desde hace muy poco 10) para ver que no es así. Algo estaremos haciendo bien, cuando tenemos niños como ella.

Con permiso de esta pequeña-gran autora tengo el honor de publicarlo. Se llama Alejandra.

EL ÁRBOL DURMIENTE


Érase una vez, había un arbolito en un bonito jardín, el arbolito, que aun era pequeño, crecía fuerte y sano.

Los demás arbolitos siempre le decían:

-Que lindo, fuerte y sano eres, de mayor serás un árbol muy recto y bonito, me gustaría ser cómo tú.

El pequeño arbolito estaba orgulloso de si mismo, pero él no era presumido y siempre decía algo así: ”qué va, tú si que eres bonito” o “tampoco es para tanto, soy un árbol normal”.

Pero él sabía que él mismo era genial, aunque siempre decía que no.

Un día nublado empezó a llover, todos los árboles gozaban de alegría. Excepto el pequeño arbolito que presentía que algo iba a salir mal, intentó advertir a los demás pero no le hicieron caso.

De repente empezó a llover más fuerte y se encadenó una terrible tormenta. Cuando la tormenta terminó todos estaban bien excepto el pequeño arbolito, que ahora estaba torcido.

Al crecer los niños empezaron a jugar en él y ahora él era feliz.

Pasaron los años y el árbol cada vez se torcía más.

Un día los niños se levantaron corriendo para ir a jugar en él, pero en su lugar, sólo había un tocón torcido, muy torcido.

FIN



Nota del autor: esto que acabáis de leer no es un cuento, es un hecho que ocurrió de verdad, en mi jardín, pero así tenía que ser, si no lo cortaban ellos, él se caería por si solo, y, a lo mejor hacía daño a otros. Ese árbol llevaba ahí desde que yo era pequeñita y, un día, desapareció…

sábado, 23 de marzo de 2013

Escrache. El fracaso de los representantes y de los ciudadanos

Me cuesta mucho escribir esta entrada,  pero llevo varios días dándole vueltas, desde que leí en twitter un cruce de mensajes sobre la práctica del "escrache".
No tenía ni idea de lo que era, tan sólo deducía que en el caso concreto de la "conversación" a la que asistía como espectadora silenciosa, era algo relativo a los desahucios.

He buscado y leído lo que se ha publicado al respecto. Para todos aquellos que, como yo hasta hace dos días, ignoráis lo que significa el término"escrache" os diré que es un tipo de protesta surgida en Argentina, en la que ésta se traslada hasta el domicilio o lugar habitual por el que pasa el supuesto responsable del descontento.

Mis sentimientos con el drama de los desahucios son contradictorios. Por un lado no puedo evitar empatizar con los que lo sufren, al no imaginarme un drama más espantoso que verte en la calle con tus hijos, y encima una deuda horrorosa, como si la vida se cebara en tu desgracia añadiendo una nota de humor macabro al daño que te inflige.
Cuando tuve conocimiento (el vídeo) de que los bomberos estaban empezando a negarse a echar puertas abajo con motivo de desahucios, me emocioné mucho, lo reconozco. Sentí que, salvando la inmensa distancia que separa ambas cuestiones, sucedía algo similar a lo ocurrido con Miguel Ángel Blanco, era un momento en que éramos una sociedad a la que nos importaban las cosas de los demás, éramos un grupo de personas hermanadas, en las que unos y otros se apoyaban para sumar miedos e insuflarse valor. Todos juntos, tratando de impedir que nuestra indiferencia se convirtiera en el sufrimiento de más personas.

Eso vi, y eso sigo viendo.

Y son ambivalentes mis sentimientos, porque entiendo que el sistema que hemos creado (hayamos participado o no en su creación, el caso es que no hemos hecho demasiado por cambiarlo hasta ahora) ha de modificarse cuidadosamente para no producir más daño que beneficio. Esa necesaria precaución echará por tierra las esperanzas de muchos.

El problema es peliagudo porque ¿quién es el guapo que pretende aplicar medidas extremas al común, cuando tenemos a los padres de la patria dando un ejemplo diario de podredumbre?
¿cómo evitar pensar, que lo que das con tu esfuerzo se lo lleva el ladrón? y lo que es aún más doloroso, ¿cómo perdonarles habernos llevado con sus actos a una situación en la que los ciudadanos creemos que todos son sinvergüenzas?

Pero llega el "escrache". Entiendo perfectamente la frustración que se siente cuando haces lo correcto y te ignoran los que deberían escuchar. Lo sé en primera persona. Sigo sin haber recibido ni el acuse por parte del Ministerio ni de las consejerías de educación. Muchos de los diputados a los que envié la enmienda  e emails, han tenido la arrogancia y mala educación de ni siquiera enviar respuesta de plantilla.
En mi caso esa indignación se traducía automáticamente en aumentar mi decisión de seguir, en cabezonería, en un "no me voy a cansar antes que vosotros". Sé que mi particular batalla es mucho menos urgente y dramática que el asunto de los desahucios, pero creo honestamente que el "escrache" no es admisible en una democracia.

Los diputados no deben tener más derechos ni estar en mejor posición ante la justicia que cualquiera de los ciudadanos, porque sencillamente primero son ciudadanos y luego representantes, pero tampoco deben tener menos.

La ILP (iniciativa legislativa popular) sobre la ley de desahucios se va a debatir, ese es un avance y si durante el debate, se rechaza o modifica, es parte del juego democrático y habrá que seguir luchando por mejorarlo. Tratar de imponer una visión concreta, aunque sea por motivos honorables, es, desde mi modesta opinión, una violencia nada deseable contra la libertad.

Señores diputados, aprendan a leer las señales, y den de una vez muestras claras de que respetan y les importan aquellos que les han dado razón de ser. No se puede gobernar una sociedad a golpe de algarada, pero a veces, dejan muy pocas opciones.



jueves, 21 de marzo de 2013

Inventos pendientes: teletransporte

Sí, teletransportarnos. Quién no ha soñado con aparecer en un instante en otro sitio o, mejor aún, desaparecer de un sitio y posarse en otro mucho más amable...


Acabo de terminar una novela entretenidísima de ciencia ficción: éstaEs una mezcla de espías, mafias, cálculo de probabilidades y mecánica cuántica. Alude a numerosas teorías y experimentos que había oído nombrar, incluso leído sobre ellos pero que no había llegado a comprender muy bien. Por ejemplo el de la doble rejilla: doble naturaleza de la luz (materia y onda). ¡Parecía tan sencillo, y al tiempo tan absurdo! No lo entendía, contradecía los principios más lógicos y evidentes, parecía contradecir el sentido común. Afortunadamente he encontrado quien me lo explique a mi nivel, como si tuviera 5 años, (estos dibujos animadosy aunque sigo sin comprenderlo del todo, ya me lo creo, incluso puedo resumirlo.


Y es apasionante.


Cuando te explican cosas como el entrelazamiento cuántico y las interacciones no-locales, y se sugiere que tal vez en algún momento podamos llegar a vivir en el mundo de Star Trek y teletransportarnos como lo cuenta Jim Al-Khalili  aquíse podría pensar que no hay mejor tarea a la que dedicarse.
En un momento de exaltación he pensado, incluso, que hay que estudiar física cuántica, porque todo lo demás está ya obsoleto.

No tengo ni idea de todo esto que escribo. Si una persona medianamente formada en estos temas me leyera, probablemente se escandalizaría y con razón, pero esta avalancha de ciencia divulgada (llamémosla así) me ha permitido entender perfectamente un artículo de K. Schulz titulado "La Metainducción pesimista derivada de la historia de la ciencia".
El título es horrible y casi más largo que el artículo, sí, pero la idea es magnífica: "todas nuestras teorías son fundamentalmente provisionales y posiblemente equivocadas", y si somos capaces de asimilar esta idea podremos prestar atención a las pruebas contrarias a nuestras convicciones y sostenerlas con humildad "felices de saber que es casi seguro que ya esté gestándose alguna idea mejor". (1)

Y si un fotón puede pasar a través de 2 rejillas a la vez, parece imposible negar la afirmación de K Shulz. Así pues, ojalá esté ya gestándose algo mejor, algún chaval que haya decidido que de mayor inventará el teletransporte.




(1) Recogido en el libro de John Brockman  


sábado, 9 de marzo de 2013

¡Pero no es justo!

La mayor parte de lo que he leído hoy está marcado por la celebración del Día Internacional de la Mujer , iba a poner Trabajadora, pero me he detenido a tiempo porque ya no se llama así, o ya no se celebra eso, o sí, pero no se dice.

Ha sido cosa de la ONU, dicen, el cambio. Pues tal vez no haya que distinguir, tal vez sea más importante señalar un día para prestar atención a la ingente cantidad de barbaridades que se cometen contra las mujeres de cualquier edad y condición a lo largo del planeta. Y la de la vida laboral sea tan sólo una faceta más.

No creo que este tipo de iniciativas arregle mucho la situación, pero peor es nada. Creo que las cosas cambian cuando cambian los niños. Cuando cambiamos nosotras y les mostramos lo que pueden ser aunque nosotras no lo seamos. Y aunque enseñar con palabras no es lo mismo que con hechos, tal vez funcione.

Seguro que todos habéis oído hablar de Malala. Su historia es absolutamente impresionante. Me pienso en su piel, y en ninguno de los escenarios que puedo imaginar habría sido capaz de arriesgar la vida de esa manera por asistir  al colegio. Es un ser humano especial, de esos imprescindibles para que la especie prosiga.
Los adultos medimos mucho las consecuencias, y está bien que lo hagamos, así sobrevivimos, pero con lo que ganamos también perdemos.

¿Cuántas veces hemos escuchado la expresión "¡pero no es justo!" dicha por un niño?. Siempre me produce cierta risa, y con una pizca de malicia, lo reconozco, murmuro: "efectivamente la vida no es justa".

Una niña me ha dado una pequeña lección: es preferible esperar un poco antes de aprender que la vida es, en esencia, injusta, porque cuando lo hacemos, aprendemos a tolerar sin resistencia, muchos agravios gratuitos.
Pequeños gestos. Aprender lo que es una carta al director de un periódico. Enviar una petición para reclamar la posibilidad de llevar pantalones, como los chicos, en el uniforme del cole. Querer hacer el pino en el patio sin preocuparte y librarte de los leotardos. Buscar la manera de solucionarlo.
Y todo porque: "no es justo!"

Y el adulto responsable preocupado y al tiempo orgulloso y admirado.

La próxima vez que repita: "es que la vida no es justa" espero que me corrijan y me recuerden: es que no hacemos mucho para que lo sea.



sábado, 2 de marzo de 2013

Prejuicios

Desde hace unas semanas me viene a la cabeza con mucha frecuencia una conversación con un amigo. No es ningún revolucionario, muy al contrario, es un hombre tranquilo y prudente. Dijo como de pasada: cuando una norma es injusta, desobedecerla se convierte en un acto ético.
Me reí, creo que por la sorpresa de la aparente contradicción entre sus educadas formas, mi prejuicio y la radicalidad del pensamiento.

Me escucho hablar hoy, y pienso que he sido una inmadura toda la vida, tal vez sea que el tiempo que vivimos te hace replanteártelo todo. Lo sorprendente es que en el fondo no creo haber cambiado mucho. Son aquéllos en los que confiaba los que parecen haberlo hecho.

Y es que nunca me tomé la molestia de ver lo que contradecía mis prejuicios. Unos prejuicios injustamente favorables.

Decía Ramón y Cajal: "Cuando a uno le salen las cosas bien, cree que todo va bien" (Charlas de café, Austral 1941). 

Resulta inquietante descubrir en palabras de hace casi cien años muchas de las amarguras y defectos de hoy.
No, no va bien, va de pena, y no ha sido algo repentino, llevamos muchos años yendo de pena, como sociedad, como ciudadanos.

Me decían esta misma tarde que necesitamos líderes nuevos, y no hay recambio. Y yo empiezo a sospechar que por desgracia, no serían suficiente. Los que surjan proceden de una cultura de la masedumbre, de la falta de crítica hacia ellos mismos y hacia los demás, porque en eso nos hemos educado. Porque no sabemos discrepar sin liarla parda. Pasamos del asentimiento a la bronca sin solución de continuidad. Y vuelvo a Cajal, que no entiendo por qué demonios no lo estudiamos más: "para discutir honradamente es preciso que cada interlocutor se resigne a seguir además de su propio camino, el recorrido por el adversario".

No tenemos líderes, pero no creo que sea imprescindible tenerlos para cambiar. Todo es más rápido y sencillo cuando alguien te arrastra con su ilusión, pero (¡qué le vamos a hacer!) no nos quedan. Tal vez durante un tiempo, hasta que otra generación educada de otra manera tome el relevo, tengan que ser cada día los ciudadanos, pequeños héroes.

Hacer cosas que deberían carecer de trascendencia, pero que, por infrecuentes, serán transformadas en gestas.



Y esta canción en autorepeat...