Llevamos meses revueltos, y parece que en las últimas semanas la idea que tenemos de país y de sociedad se nos está yendo por el desagüe.
El común de los mortales, que no es santo ni mártir, ha visto colmada ya su capacidad de asombro ante las noticias de supuestas trampas a diestro y siniestro, hasta el punto de sobrepasar el giro de la rosca. No podemos digerir semejante volumen de información sin que nuestro cerebro se embote. Ya vemos la podredumbre en todas partes y la respuesta a un nuevo suceso es el cinismo del que ya está de vuelta de todo.
Me preguntaba anoche cómo es que estamos así, y si es realmente cierto todo lo que se publica, si no se mezclarán verdades con datos inciertos para aumentar el tamaño del escándalo diario, y lo que es peor, me preguntaba: si ahora conocemos esto ¿qué parte desconocemos aún?
En ésas estaba cuando leí esta entrada del blog de Jesús Alfaro Cómo reducir la corrupción II: el caso andaluz
Me gustan este tipo de ideas, porque como dijo W.A.Ward "(...) dirige tu cólera a los problemas no a la gente; para centrar tus energías en las respuestas, no en las excusas".
Mis conocimientos no alcanzan para apreciar en toda su dimensión lo que en el post se explica, pero he sacado una idea global que no creo que esté equivocada. Viene a ser que hemos ido eliminando los diques que contenían las conductas inapropiadas (cuando no puramente delictivas), uno a uno hemos quitado los cascabeles del collar del gato.
El gato no es necesariamente malo, pero tampoco, (como el común de los mortales), es santo ni mártir, y tiene una herramienta en sus manos demasiado poderosa como para carecer de cascabeles. Crea leyes. Leyes que regulan nuestra vida, nuestros derechos y obligaciones, y claro, también las suyas.
No quiero vivir en una sociedad en la que se pide a nadie que vaya más allá que los demás, en la exigencia de honradez. Para evitar eso, las normas son un invento estupendo, pero ¿qué pasa cuando se hacen normas susceptibles de generar corrupción?
Y se me ocurrió una estupidez mirando la lavadora. Sus pegatinas de sello AENOR, sus certificados de adecuarse en su fabricación y comportamiento a estándares de calidad y respeto medioambiental...Y su preciosa etiqueta de eficiencia energética
¡Qué bueno es el humano cuando sistematiza!
¿Por qué no ponemos como requisito indispensable para aprobar una Norma, Decreto-Ley, ley del rango que sea, que lleve, como mi lavadora, su pegatina indicativa de eficiencia energética, esto es "riesgo de generar corrupción"?
El A+++ se lo llevarían aquellas normas cuya redacción la dificultara enormente y en el nivel más bajo de la escala estarían las de categoría D, que son las que no quiere nadie, porque antes de firmarse ya se sabe para qué o quién se han redactado.
¿Quiénes serían los etiquetadores? desde mi punto de vista, sin dudarlo, funcionarios de alto nivel seleccionados como la Constitución dice en su Título IV art 103 apartado3 :
"acceso a la función pública de acuerdo con los principios de mérito y capacidad, (... ) garantías para la imparcialidad en el ejercicio de sus funciones"
Y es que tengo una enorme fe en el saber hacer de los letrados a cortes, asambleas etc. aunque tras consultarlo con varios amigos se inclinan por un organismo independiente que quite ese lastre de las espaldas de los funcionarios.
No sé, igual es una estupidez y así voy a etiquetarlo.
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