domingo, 11 de diciembre de 2016

Un mueble, un lavabo y tres cajones.

El otro día Alberto (@pmarsupia) se preguntaba en twitter por qué necesitaba tener un papel delante para pensar. Yo le respondí que no lo sabía, pero que yo necesitaba discutir.
Cuando una idea me ronda la cabeza como una especie de bruma suelo contársela a varias personas. Tras cierto tiempo, pueden ser horas o días, acaba tomando forma o se evapora definitivamente.
Hablar me ayuda a perfilar, ajustar, corregir y sobre todo me ayuda a librarme de prejuicios e ideas erróneas. Cuando debato sé que no estoy en posesión de la verdad y agradezco argumentos que me desmonten porque para eso debato. Para ayudarme a pensar mejor. Es una gimnasia excelente y no tiene un campo específico en el que aplicarse: abarca toda tu vida.
Pensar de una manera aseada es algo realmente fértil.
Últimamente me altera debatir y no es porque no me den la razón, o me la quiten demasiado a menudo, sino porque está dejando de ayudarme a pensar.
Cada vez más me encuentro con que el problema infranqueable no es de conocimientos sino de honradez.
Solo con el bagaje que llevamos dentro del cerebro, deberíamos ser capaces de llegar a conclusiones sofisticadas, a demostrar el teorema de Pitágoras o la suma de 100 números de Gaus. Sí, cualquiera puede hacerlo con su armamento de serie, pero tenemos que saber pensar y reconocer cuándo nos hacemos trampas.
Cuando a una premisa respondemos con una conclusión que no se deriva de ella, no estamos siendo agudos, estamos haciendo trampas. Cuando relacionamos conceptos que no se deducen uno del otro solo para inducir una idea, que nada tiene que ver con el debate y sí con nuestra ideología, en la cabeza del "contrincante", cuando cambiamos de asunto mientras el otro está respondiendo a nuestra cuestión inicial, y tantas otras triquiñuelas, no estamos usando ese arsenal con el que venimos equipados los humanos. Estamos resultando irritantes, quemando oxígeno inútilmente y haciendo perder el tiempo y el humor al que nos escucha.
Quizás necesito debatir porque me centra. Soy dispersa (relaciono cosas dispares constantemente) y tratar de explicarle a alguien mis argumentos me obliga a hacer el esfuerzo de hilarlos, comprobar que uno lleva a otro y que no he pegado un par de saltos en el espacio. Por eso los debates tramposos me molestan especialmente.
Esta semana la he pasado haciendo algo que me resulta muy placentero: parametrizar modelos.
Trataré de no ser muy pesada explicándolo pero quiero hacerlo bien para que se entienda qué tiene que ver con el asunto del debate.
Imaginemos que tenemos que hacer un lavabo, un mueble para colocarlo debajo y queremos que ese mueble tenga cajones. Pongamos 3 cajones.
Modelo un lavabo con un diseño muy sencillo, luego modelo un cajón muy básico y por último el mueble que alojará los cajones y soportará el lavabo.
Al lavabo le asigno unos parámetros que yo defino y nombro, por ejemplo: AN_ lavabo (Ancho del lavabo), LA_ lavabo (largo del lavabo), AN_ seno (ancho del seno del lavabo) y así.
Con el cajón hago lo mismo. Incluso el material es un parámetro: Madera lacada.
Con el mueble, otro tanto. Defino su altura (H_ Mueble), su anchura (AN_ Mueble), el grosor de los tableros que lo forman (GR_ Mueble) y su material. Lo dejaré ahí por no complicarlo sin necesidad.
Una vez que tengo esos tres elementos con sus parámetros fundamentales definidos, los ensamblo y relaciono esos parámetros. Así por ejemplo, los cajones no pueden ser ni más ni menos anchos que el mueble y la suma del fondo de los tres cajones (altura del cajón) no puede ser mayor que la altura total del mueble, o no me cabrían. Fácil ¿verdad?

Lo bonito del asunto es que yo no asigno valores a todas esas características. Yo no sé si el mueble tendrá 60 cm de ancho o 90, si medirá 1.2m de alto o 2m. No sé si el primer cajón tendrá menos fondo porque servirá para guardar cosméticos y los otros dos serán más profundos porque son para toallas. No sé cómo la gente querrá usar ese mueble, ignoro cuáles serán sus necesidades concretas.
Solo puedo establecer relaciones jerárquicas entre esos parámetros que he asignado de manera que cuando un usuario ponga: "mueble de 60 cm de ancho", los cajones y el lavabo obedezcan también. Y si alguien desea tener un mueble de 90 cm de altura con 3 cajones de 45cm de alto cada uno, el modelo diga: nanay, eso no es posible.

Parametrizar es una tarea silenciosa y agradable y te enseña ciertas cosas. Te enseña que cuando estás definiendo los parámetros iniciales de cada objeto y sus relaciones internas (mueble, cajón y lavabo) no debes ser demasiado estricto y condicionar más de lo imprescindible, porque cuando montes el conjunto se bloquearán unos a otros e inevitablemente fallará y no responderá a tus requisitos: estará "hiperconstreñido".
También te enseña a averiguar qué causa cada problema. A veces un cambio resuelve un problema concreto y es agradable pensar que uno ha dado con la solución, pero no es cierto.
Cuando haces un modelo parametrizado, lo sueltas en manos de personas que no saben nada de sus tripas y no tienen por qué saberlo. Lo prueban, meten sus valores, lo adaptan a sus necesidades y te llaman a gritos porque algo ha fallado. Así pues, encontrar la relación que realmente falla, no apañar, es necesario ya no sabes a qué necesidades tendrá que adaptarse tu modelo.

Y aquí viene la relación con el debate. Hay que definir los conceptos, relacionarlos jerárquicamente y detectar los fallos con honestidad. Si no se lleva a cabo escrupulosamente, el conjunto fallará y solo servirá para 1 tipo de mueble, con 1 tipo de cajones y unas dimensiones determinadas. Los debates que producen ese tipo de resultados son un desperdicio muy caro. Consumen muchos recursos y apenas sirven para nadie y para casi ninguna situación.

Y por eso creo que sería bueno que los niños aprendieran a parametrizar. Porque enseña a pensar, planificar y relacionar. Aprendes a no controlar más de lo debido y a aceptar que los resultados que obtienes pueden proceder de la interacción de muchos factores que ni siquiera ves.

Es como, creo, ha de ser una política pública. Tan compleja por dentro como sea necesario, flexible y fácil de aplicar en diferentes contextos, por fuera. Y si no es así, será un fracaso. Porque las personas no se adaptan a los muebles ni a las políticas, sino que ambos se diseñan para ellas. Para ayudarles a tener una vida mejor.

Y este rollo es lo que pensaba contar en twitter. Afortunadamente antes del segundo tuit tuve un golpe de sentido común y abandoné. Sé que sería un ladrillo injusto para la mayoría, pero a mi me resulta fascinante.