sábado, 10 de septiembre de 2016

Pesaremos tus lágrimas.




De vez en cuando vuelvo a Cioran, en momentos de pesadumbre, de desasosiego y últimamente cuando escucho a los nuevos profetas de eso que se conoce con el término "posmos" (posmodernos). Y no, Cioran no es un tipo depresivo que acaba llevándote al pozo negro, es la perfecta encarnación de la resiliencia.
A Cioran le gustábamos los españoles y los rusos. De nosotros decía lo siguiente:
"Viven en una acritud cantante, de trágica falta de seriedad, que les salva de la vulgaridad de la felicidad y el éxito ... Incapaces de acoplarse al ritmo de la civilización, clericoidales o anarquistas, no podrían renunciar a su inactualidad ... han agotado lo mejor de sí mismos en rumiar sobre la muerte, en embadurnarse de ella ... retrocediendo sin cesar hacia lo esencial, se han perdido por exceso de profundidad ... el descoyuntamiento es su forma de rigor. Su descubrimiento: la ilusión sombría, el orgullo de desesperar; su genio: el genio del pesar..."
El otro día Carolina Bescansa  tuvo a bien estropear, o al menos intentarlo, uno de esos logros de los que más orgullosos nos sentimos: donación y trasplantes de órganos. Somos estupendos, nuestro sistema funciona y ese sentimiento de "joya de la corona" consigue, probablemente, que muchas personas acepten donar sus órganos tras su muerte y los de sus familiares fallecidos con gran naturalidad y sensación de contribuir al bien de alguien a quien no conoce ni va a conocer.

Muchos son los asuntos que generan polémicas y discursos "llamativos" cada día. Mi sensación de extrañeza iba en aumento al ver en todos ellos un aroma cuasi religioso común: el sufrimiento, no ya como argumento sino como punto de partida, de autoridad moral, para poder opinar, colaborar, o pensar.

Si eres un empresario de éxito ha de ser porque explotas a los pobres. Si donan parte de su dinero, donan escasamente. Cuando Mark Zuckerberg anunció, tras el nacimiento de su hija, que donaría el 99% de sus acciones a obras filantrópicas corrimos prestos a encontrar la trampa.

Si eres feminista (advertencia nº1 a odiadores, soy feminista) porque crees que la igualdad entre hombre y mujer no es algo negociable pero eres varón, lo tienes chungo. Si lo pones en tu biografía, eres un adolescente de pegatina. Si callas, otorgas. Si tomas tú también la bandera, ¡ah no amigo!, eres hombre y has de mantenerte en segundo plano y mirar, eso sí, dando ánimos. Porque naciste con privilegios y eso aunque no lo sepas, te marca.

Si logras una beca post doctoral (ojo, que no hablamos de estudios básicos) eres un privilegiado y has pensar que otros no han tenido tanta suerte y por lo tanto pedirles disculpas. Si tuviste la "fortuna" de poder pagar tus estudios fuera, bien porque trabajabas, bien porque tu familia podía hacerlo, entonces pierdes cualquier posibilidad de manifestarte sobre lo que consideras mejor o peor para la educación. Tienes un pecado original y eso, aunque no lo sepas, te marca.

Las donaciones de órganos no son deverdaddelabuena altruistas. Resulta que detrás hay mucho marketing, e incluso resulta que los médicos que practican los trasplantes reciben un plus económico por la disponibilidad requerida. ¡Ah! tenemos ahí otro pecado original, no lo hacemos sufriendo y eso nos mancha.
'En todo profeta coexisten el gusto por el futuro y la aversión por la dicha'. EM Cioran.
Puedes escuchar a algunos veganos (advertencia nº2 a odiadores, soy casi vegetariana y empatizo hasta con mi cobaya) explicar las bondades de la elección de su dieta. Vuelve a ser un asunto religioso en el sentido amplio de la palabra. Si comes carne, eres un asesino. Si bebes leche, explotas a las hembras.

Por no hablar de los OMG (alimentos transgénicos). No es "natural", nos dicen sus detractores.
No importa que las mayores agencias de seguridad alimentaria sometan a controles exhaustivos todos los alimentos que llegan a nuestra mesa. No importa que nunca hayamos vivido más y más sanos en la historia de la humanidad.
No confiamos en la ciencia pero creemos que las cualidades de un alimento que ha crecido en un campo y ha sido abonado con estiércol de las reses que viven en "ese" campo, son superiores. Si no se han empleado en su obtención, ninguna de las técnicas que han hecho que el trabajo del agricultor sea menos penoso, entonces el alimento es todavía mejor (¡!)
Parirás a tus hijos con dolor y ganarás el pan con el sudor de tu frente, dice el Antiguo Testamento y últimamente está de moda tomarlo al pie de la letra.

Es la cultura de la pureza que otorga el dolor, que lava toda culpa original. El sufrimiento como única vía "moral" para lograr acceso a derechos y avances. Es la meritocracia del sufrimiento.

Lo más llamativo de todo esto es que semejantes planteamientos salen de bocas que se denominan progresistas. Causas con las que simpatizarías se vuelven odiosas ante la virulencia de sus postulados, la irracionalidad de los requisitos, la dificultad para alcanzar un estatus digno y poder contribuir al debate.
Y entonces callas porque tampoco quieres hacer daño a una buena causa.

Tengo el recuerdo del  europarlamentario Urbán, en directo tras el atentado de París, explicando que el sistema les ha fallado y hay mucha gente que "no ve otra salida que inmolarse en un sitio"
Es la otra consecuencia de esta fe en la redención del sufrimiento. Te exime de responsabilidad, te otorga inmediatamente una justificación y un conocimiento experto de primera mano.

Si no lo has sufrido no puedes hablar de ello. No puedes ayudar, no puedes tratar de contribuir, no eres puro.

Nunca creí que más allá de la modernidad nos esperase, de nuevo, la  Edad Media.


** El título es prestado de Cioran: "En el juicio final solo se pesarán las lágrimas"

viernes, 2 de septiembre de 2016

Por qué Lucy NO murió cayendo de un árbol.


Autor: Simón Perera


A estas alturas, es posible que muchos estén al tanto de la noticia: «Por fin, hemos descubierto cómo murió Lucy, nuestro ancestro australopiteco: cayendo un árbol». Sin embargo, no es oro todo lo que reluce en esta noticia. Vamos a verlo.

Primero el contexto: "Lucy" (técnicamente AL 288-1) es lo que vemos a la derecha: un conjunto de huesos de una especie de australopiteco.

Los australopitecos eran un grupo de especies antiguas, entre hace 4,5 y 2 millones de años. Científicamente, se les conoce como género Australopithecus ("mono del sur", pues era el fósil de primate encontrado más al sur de África).


Los australopitecos y otros fósiles suelen ‘venderse’ como nuestros antepasados, pero científicamente no se consideran así. Fíjense en el siguiente árbol genealógico de especies (filogenético).

TODOS los fósiles aparecen en las puntas, porque es casi imposible determinar que sean verdaderos ancestros (nodos). Por eso hay que coger con pinzas las afirmaciones de que Lucy era nuestro ancestro, e incluso “nuestra abuela”.

En realidad, es prácticamente imposible que Lucy (el individuo) fuera nuestro ancestro. Y es posible que su especie no lo fuera. Aunque la especie de Lucy, Australopithecus afarensis es una de las posibles especies ancestrales de Homo, también lo son A. africanus, A. anamensis, A. garhi... Además, dado que se encuentran muy pocos fósiles, es aún más probable que estas especies sean más nuestros “primos” antiguos más o menos separados de los ancestros (nodos) comunes, que estos mismos ancestros.

Aún así, es cierto que A. afarensis es una especie importante en nuestra evolución, y Lucy es probablemente su miembro más importante. En este contexto, John Kappelman y otros investigadores de Texas y Etiopía publican, en la revista más prestigiosa (o casi), que Lucy murió cayendo de un árbol. Esto, aparte de ser una anécdota, tendría consecuencias para nuestro conocimiento sobre la evolución humana, ya que confirmaría que los australopitecos, a pesar de haber desarrollado ya el hecho de caminar erguidos (bipedestación), seguían dependiendo al menos parcialmente de los árboles.

¿Cómo lo saben?
Resumen: parece que un par de huesos se rompieron por una caída. Otros huesos también podrían haberse roto por una caída. En particular, los húmeros y el fémur conservados de Lucy muestran roturas por compresión, que indicarían caída. Otros huesos no indican caída, pero no la desmienten, por lo que los autores los citan como apoyo.


PERO.
¿No podría ser que el contexto de la muerte fuera otro, y las roturas fueran posteriores? Las alarmas han saltado entre algunos antropólogos físicos porque el artículo omite una parte importante: la discusión de resultados.



Lo normal en ciencia es contrastar tu hipótesis con otras alternativas, pero el artículo de Lucy no lo hace en el cuerpo del artículo (en el apartado de Discusión, que sirve para eso), sino que lo relega al material complementario y no hace todas las comparaciones posibles.


Esencialmente faltan dos comparaciones cruciales: contexto y fósiles.
  • Contexto: muchos animales de la zona de Lucy tienen fracturas similares, y no se cayeron de ningún árbol. Es el caso, por ejemplo, de rinocerontes o caballos, como se puede ver en la fotografía de la derecha. 
  • Fósiles: algunas de las fracturas de Lucy aducidas como argumento para la caída aparecen por el propio proceso de fosilización. 

Esto ha llevado a algunos antropólogos tan importantes como Tim White (uno de los grandes, codescubridor de Lucy y de otros ""ancestros"" igualmente importantes) a calificar el "descubrimiento" de la muerte de Lucy como un sinsentido.
Así que, ante la falta de consenso: NO podemos afirmar taxativamente que se conozca la causa de la muerte de Lucy.


O, tal y como se suele comunicar la ciencia,  "NO, Lucy no se cayó de ningún árbol"




Simón Perera es investigador en genética de poblaciones (en colaboración con el Grupo de Investigación en Antropología Biológica de la UAB) y responsable de Diseminación Científica y Nuevos Proyectos en empresa de biología de sistemas y bioinformática (Anaxomics).
@SimonPerera


Fuentes: